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Antón Costas

Reconstrucción resiliente

Reconstrucción resiliente

Si las palabras han de servir para entendernos, antes de comenzar a hablar hemos de ponernos de acuerdo en el significado y contenido que damos a cada una de ellas; de lo contrario, las palabras son fuente de malos entendidos. Decía Paul Samuelson –profesor del prestigioso MIT de Boston, premio Nobel de Economía y, sin duda, el economista más influyente del segundo tercio del siglo pasado– que la mayor parte de discusiones en economía se acabarían si previamente dijésemos qué significado damos a cada término que utilizamos. Pienso que ocurre lo mismo en cualquier otro campo científico, en la vida política y en la conversación cotidiana.

Viene esto a cuento porque estos días estoy en la isla de La Toja, en las Rías Baixas gallegas, participando en un encuentro internacional para hablar del mundo pospandémico y de cómo «reconstruir» nuestras economías de mercado y nuestras democracias liberales para volver a generar una prosperidad inclusiva, para todos.

Con la presencia del presidente de la república portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa; del Rey de España, Felipe VI, y del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el Foro La Toja Vínculo Atlántico reúne a responsables políticos en ejercicio y a otros que lo fueron, a banqueros centrales, financieros y responsables de organizaciones económicas internacionales, a empresarios y a dirigentes de las patronales, a analistas políticos, economistas, periodistas y académicos de ambos lados del Atlántico.

En el arranque de la jornada, Amancio López, empresario gallego de Chantada afincado desde joven en Barcelona, donde ha logrado crear una de las mayores cadenas hoteleras mundiales de turismo urbano y otras empresas vinculadas a la actividad turística, dejó una idea a tener muy en cuenta en la reconstrucción pospandémica. «Mientras hasta ahora hemos llevado a las personas hacia los lugares donde había empleo, ahora tenemos que llevar el empleo a donde viven las personas», nos dijo. En su caso no son solo palabras, sino que predica con el ejemplo. Ha montado en Chantada una empresa para gestionar desde esa villa de Galicia algunos de los servicios tecnológicamente más avanzados de su grupo empresarial. Otras empresas han comenzado a hacer lo mismo. Las tecnologías de las telecomunicaciones favorecen este retorno del empleo al territorio. Lo mismo hace la pandemia.

Las políticas públicas y empresariales orientadas a llevar el empleo a donde vive la gente tienen grandes ventajas sobre las que fuerzan a las personas a emigrar. Son más baratas, tanto para el sector público como para las empresas; eliminan los costes del desarraigo personal y familiar; enriquecen a la comunidad; alivian a las grandes urbes metropolitanas, y dan respuesta al problema de la España vaciada.

Tuve la oportunidad de debatir sobre la reconstrucción con Antonio Garamendi, presidente de la gran patronal española CEOE, y con António Saraiva, presidente de la Confederación Empresarial portuguesa. Al inicio de la conversación les propuse que conviniésemos el significado que íbamos a dar a la palabra reconstrucción.

Estuvimos de acuerdo en que reconstruir no puede significar una mera recuperación de la vieja economía. Con la pandemia ocurre como con la marea: cuando baja permite ver quiénes se estaban bañando desnudos. La pandemia ha dejado al descubierto el paro, la mala calidad del empleo y los bajos salarios que había debajo del aparente brillante crecimiento económico, así como la pobreza que viene de la falta de vivienda asequible que existe en muchos de los barrios de nuestras grandes urbes. Reconstruir tiene que significar cicatrizar estas fracturas económicas y sociales. La UE nos puede ayudar. Los fondos del programa Next Generation son para «recuperación y resiliencia». Pero, o somos capaces de presentar programas orientados a un crecimiento económica y socialmente sostenible, o no veremos un euro de esos fondos.

Aproveché la ocasión para preguntarles a los dos presidentes de las grandes patronales española y portuguesa si la pandemia ha traído un nuevo clima en las negociaciones laborales y el interior de las empresas que permita mirar la reconstrucción con más confianza. Dijeron que sí. Es alentador.

Si la vida política de nuestro país se sosiega y se orienta al bien común y no al interés partidista, podremos lograr que la reconstrucción pospandémica traiga una economía más moderna y resiliente, y una sociedad más justa. No se trata de suprimir el conflicto político, que es connatural a la vida, sino de atenderlo de forma que sea un motor de progreso y no, como ocurre ahora, un disolvente social.

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