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Fernando Granda

La arquitectura ante las pandemias

Los estudios de la arquitectura actual parece que están cargando sus pilas para intentar preparar las ciudades ante posibles nuevas y futuras pandemias. Los problemas ocasionados por la situación actual en el mundo parecen haber activado la búsqueda de unas poblaciones que faciliten la convivencia en estados de urgencia sanitaria o de otro tipo de emergencias. Núcleos residenciales que combatan el cambio climático, resistan catástrofes y otros problemas que nos sobrevienen por causas más o menos imprevistas. Así se anuncia en algunos países.

La ciudad de los quince minutos ya puede estar más cerca. Una población donde se puedan resolver las más comunes necesidades en menos de un cuarto de hora ya tiene proyectos. Las han comenzado a llamar como “metrópolis pospandémicas”. La primera anunciada parece que se construirá en China, a una hora en automóvil de Pekín. Se la conoce ya como Xiong’an Nueva Área o XNA. Pronto se conocerán otros proyectos, aunque de momento son bastante ideales y exclusivos. Según el proyecto ganado por el arquitecto valenciano Vicente Guallart en una convocatoria china para construir 3.000 viviendas que funcionen casi como núcleo autosuficiente, la metrópoli que facilita la vida cotidiana está cerca. Es decir, preparada para futuras crisis, con una industria que pueda resolver las más comunes necesidades en unos quince minutos, solventar problemas sin tener que recurrir a soluciones distantes.

El ganador del proyecto XNA, que compitió con tres centenares de estudios de arquitectura de todo el mundo, señalaba a los medios hace unas semanas que su trabajo está “pensado para las nuevas crisis que nos esperan”, es un estudio para preparar poblaciones para procesos de cambio y buscar un núcleo donde “todo lo que puedes necesitar se encuentra a 15 minutos como máximo”, una distancia asequible prácticamente a todos los residentes. El estudio puede parecer ideal aunque la expansión del virus que invade el mundo se augura que cambiará modos y costumbres. Establece un tipo de vivienda que contará con balcones para “recreo y cultivo”, casas de madera con dotación de invernaderos en azoteas, aparcaderos de bicicletas, impresoras en 3-D y electrodomésticos ecológicos para facilitar futuros confinamientos, con transportes automáticos, supermercados, bibliotecas y zonas de esparcimiento cercanos.

Los aislamientos obligados por las epidemias nos recuerdan muchas necesidades que parecen ocultas cotidianamente y que salen a la luz cuando te limitan movimientos o ingredientes para tus platos favoritos. Unas construcciones preparadas para contingencias difíciles también promueven la convivencia al tiempo que el ahorro de todo tipo: energía, transporte, tiempo… estrés. Una vida más ecológica, práctica, cercana, algo que sociólogos y urbanistas llevan investigando desde hace tiempo. Suponemos que esta nueva arquitectura es o será distinta a ciertos guetos que comportan que algunas comunidades se encierren en sus lugares para librarse de invasiones extraterrestres, ataques nucleares o conflictos bélicos interraciales. El urbanismo que viene se dirige más a una apertura práctica que al aislamiento. Si los urbanistas nórdicos estudiaban hace décadas la vida mediterránea para potenciar la convivencia en los países del frío y los inviernos profundos, hoy trabajan en el modo de existencia más compartido, menos aislado y más colaborativo. Un calificativo que en estos tiempos amplía su campo en servicios, pres-taciones, misiones… Quizá la pandemia que soportamos actualmente nos haga más humanos, pacíficos, solidarios.

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