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Reflexión

En España la marihuana sí es legal (y escandalosamente fácil de conseguir)

Tengo 25 años, soy de Las Palmas de Gran Canaria, y fui consumidor de marihuana durante dos años. Y aunque la industria del cannabis ha tratado de convencerme de lo beneficiosa que es para mi salud, así como de los múltiples beneficios que ofrece para “descubrirme a mí mismo” o “ver el mundo de otra forma”, he tenido que dejarla recientemente por los graves problemas que me ha provocado, tanto físicamente como intelectualmente.

Quiero ser franco con ustedes, la marihuana es una droga, muy popular entre la gente de mi edad, y sorprendentemente fácil de conseguir de manera legal. Es un problema del que casi no se habla a pesar de que su consumo ha aumentado con la pandemia y de que los locales en los que se fuma suponen un peligro para la salud pública.

En este artículo no pretendo ofrecerles un análisis científico o jurídico sobre el uso de la marihuana en España, ya hay varios (y muy buenos) escritos sobre el tema publicados en diversos periódicos, sino contarles desde la visión de una persona que ha sido adicta una cuestión que debería importarnos, y es que en nuestro país cualquier persona puede conseguir legalmente cannabis en menos de 15 minutos.

Quizás hayas oído hablar de los clubes cannábicos, también conocidos como asociaciones cannábicas o, en la jerga de los fumetas, las “asos”. Es posible que hayas pasado por delante de alguna e incluso que lo hagas a diario; son discretas en aspecto pero fáciles de reconocer. Cuando pasas por delante de una puerta de aspecto sospechoso y notas un olor penetrante a marihuana lo más probable es que allí haya una. Las puedes encontrar en prácticamente cualquier ciudad. Yo personalmente he utilizado los mapas de Google o plataformas especializadas como WeedMaps para localizarlas. Es bastante sencillo.

La idea que subyace detrás de estos clubes o asociaciones es dar a las personas que consumen cannabis por motivos médicos un lugar seguro en el que adquirir y consumir la sustancia a un precio asequible. Hasta ahí todo correcto, aunque como se suele decir, quien hizo la ley hizo la trampa. El gran problema de estos locales es que no necesitas ningún documento médico para inscribirte. El proceso es tan simple como conseguir que un amigo o conocido que ya esté inscrito te avale ante el dueño como nuevo socio, y rellenar un formulario.

Puede ser que tengas que pagar una cuota de socio (que normalmente oscilará entre los 5 y los 50 euros anuales), aunque esto solo ocurre en las que tienen un cierto estatus y como en todo, cuanto más chic sea el sitio más se te cobrará. Como podrán comprender, esto da pie a todo tipo de irregularidades y vacíos legales.

El primero es el obvio, y es que al no necesitar acreditar una condición médica cualquiera puede inscribirse. No hay más que entrar una para ver el perfil del consumidor: personas jóvenes en su mayoría (menores de 35 años), siendo un grueso las personas de mi edad (entre los 20 y 25 años) y también bastante común ver a adolescentes de 18-19 años. Sin ninguna causa médica que justifique su estatus de socios.

También cabe mencionar el hecho de que la mayoría de las asociaciones venden marihuana a turistas, y esto supone una porción importante de sus ingresos (especialmente en regiones turísticas como lo pueden ser Canarias o Cataluña). Muchas veces tan solo se cobra la cuota de entrada y luego lo que cueste el cannabis que, ¡sorpresa!, en España es sorprendentemente más barato que en otros países.

Esta práctica está a la orden del día y es totalmente ilegal, pues es necesario tener un DNI en vigencia, o como mínimo, un Número de Identificación de Extranjeros (NIE) para poder hacerlo. No obstante, solicitar esta documentación sería un duro golpe para el negocio.

Puedo seguir enumerando una larga lista de irregularidades en esta línea, pues hay muchas: la venta de otras sustancias estupefacientes entre los amigos cercanos a los dueños (MDMA, por ejemplo); el hecho de que se permita llevar a casa la marihuana adquirida en el local, a pesar de que está prohibido (incluso a veces te avisan si hay policía cerca para que tengas cuidado); que se permita muchas veces dispensar marihuana a personas que no son socias de la entidad (lo que convierte la actividad, literalmente, en venta pura y dura de estupefacientes de cara al público), etc. Pero lo importante, a mi parecer, no es simplemente la cuestión legal, sino el riesgo que supone para la salud de las personas que en ellas consumen y para la sociedad en general.

Cuando entras a un club, en él no encontrarás únicamente maría, sino comestibles (galletas, brownies, etc.) o extractos, como el hachís, el rosin o el BHO. Puedes adquirir cualquiera de ellos según cuál sea tu presupuesto, aunque aquellos que se lo pueden permitir, y especialmente aquellas personas que ya han desarrollado tolerancia a esta droga optan por los más potentes. Es habitual ver a veinteañeros consumir estas sustancias que tienen un poder psicoactivo muy superior al de fumar la hoja de marihuana seca, que ya de por sí es perjudicial para la salud tanto física como mental.

El cannabis, salvo para las personas que lo necesitan por motivos médicos, no es nada beneficioso para nuestro organismo: aumenta sustancialmente el riesgo de padecer un brote psicótico, tiene efectos devastadores para el aprendizaje y es más dañino para nuestros pulmones que fumar cigarrillos. Para hacerte un porro generalmente (a no ser que “seas rico” o tengas tus propias plantas) mezclas tabaco con la sustancia que vayas a consumir, metes la mezcla en un papelillo largo y pones un filtro, de cartón, que se puede hacer enrollando un trozo de tu cajetilla de cigarrillos. Este último permite que la sustancia psicoactiva (el THC) haga un mayor efecto al inhalar el humo.

En mi propia experiencia, comenzar a fumar produjo un deterioro de mi rendimiento académico (los problemas físicos vinieron después), me costaba concentrarme y mi comprensión lectora bajó muchísimo. Es muy difícil compatibilizar marihuana y estudios. Y es evidente cuando ves a los chavales que fuman en las asociaciones. A pesar de que hay algunos universitarios consumidores, la mayoría de los que he conocido son jóvenes que ni estudian ni trabajan, o tienen trabajos de muy baja cualificación que requieren un rendimiento intelectual mínimo. Chicos de entornos marginalizados que han encontrado en la droga su estilo de vida.

Con la pandemia, los clubes cannábicos se han convertido también en el refugio de muchos consumidores que ya no pueden fumar en la calle, y esto supone un riesgo gravísimo para la salud pública. Las asociaciones son lugares de alto riesgo para el contagio por coronavirus: espacios interiores (a menudo) con muy poca o ninguna ventilación, en los cuales grupos de jóvenes se reúnen para fumar, sin mascarillas, sin poder mantener las distancias de seguridad; en los que se utilizan objetos de uso común (los porros se comparten), y en los que se puede consumir y consume alcohol.

En ellas también se reúnen personas que vienen de comunidades autónomas con diferentes incidencias del virus (por el turismo cannábico), o que pertenecen a grupos de riesgo (recuerden que aunque sean una minoría, algunos usuarios de las asociaciones tienen patologías graves), entre otros factores.

Y desgraciadamente, aunque no representa a la mayoría de los socios, una porción importante de las personas que van a los clubes, por un motivo u otro (ya sean negacionistas del coronavirus o porque simplemente no quieren), no usan mascarilla prácticamente nunca (me he encontrado a gente que me ha confesado utilizarla solo para entrar y salir del club, literalmente).

Sé que con un artículo no voy a cambiar el sistema ni la forma de acceso a la marihuana, pero sí creo que la problemática de los clubes requiere de nuestra atención. Estamos permitiendo el uso generalizado y recreativo de un recurso que debería ser para personas que tienen alguna enfermedad. Y estamos asistiendo impasibles al deterioro de la salud de nuestros jóvenes y permitiendo situaciones de alto riesgo, que podrían prevenirse, pero que aumentan las posibilidades de aparición de brotes de Covid-19. Por lo que si este escrito permite arrojar un poco de luz sobre este problema invisible, personalmente estaré satisfecho.

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