El documental cinematográfico estrenado en el Teatro Cuyás para conmemorar el centenario del nacimiento de Pedro Lezcano, descubre un paso más en el repertorio de formas hasta ahora creadas por Manuel González y Mestisay para el crecimiento de la música popular canario-americana.
Centrada, como siempre y por fortuna, en la voz, la imagen y la maestría de una excepcional artista, Olga Cerpa, el guión y la realización combinan dos líneas narrativas autosuficientes: la glosa biográfica y el concierto. La primera de ellas presenta en orden cronológico imágenes y palabras relativas a la vida de Lezcano, del nacimiento a la muerte, con numerosos momentos significativos de quien fuera gran poeta y narrador, activista político, impresor, maestro del ajedrez, micólogo dominguero y presidente del Cabildo de Gran Canaria.
La segunda línea es la musical, espléndida en lo visual y acústico. Acompañada por una brillante orquesta de timples, guitarras, instrumentos de cuerda, viento y percusiones, Olga Cerpa canta un rico repertorio de temas, conocidos o de estreno, compuestos algunos por Manolo González sobre poemas de Lezcano.
Con impecable sentido de los ritmos narrativo y musical, ambas esferas se alternan en sucesión complementaria. Las imágenes biográficas, en blanco y negro o color, arman con inteligencia un resumen de vida pero también un certero retrato de la sensibilidad y el carácter de Pedro, expresivo pero reservado en la conversación común, mucho más abierto en el debate literario y categórico en la opinión crítica nacida de su experiencia. Así se muestra, por ejemplo, en la condena de la política y los políticos profesionales, durante el impresionante discurso de recepción del doctorado honoris causa que le fue otorgado por la Universidad de Las Palmas. Esos materiales, actitudes y palabras, dispersos en archivos, engranan la integridad política y la calidad humana de un ciudadano inolvidable que siempre optó por la discreción, huyendo de ostentaciones parnasianas, contundente en su poesía social con piezas inmensamente populares como las del Corredera o La maleta, básicas en el repertorio de Mestisay; o versos de esquema clasicista, impregnados de un lirismo profundo y con un punto de misterio como el de sus relatos en prosa.
Olga Cerpa y el conjunto instrumental subrayan con felicidad la celebración de Pedro. Ella ha alcanzado el punto de madurez interpretativa que concuerda con su presencia, su belleza y la culminación de una voz única por la coloración dorada, la densidad perfecta, sin altibajos, la infalible entonación y sobre todo la nobleza asociada al inconfundible placer del canto.
Es, sin duda, la voz líder de la melodía canaria y la más versátil en el área de fusión de lo isleño y lo latino. Sus facultades la harían idónea en cualquier estilo, pero la opción por lo próximo en innumerables conciertos y grabaciones garantiza un futuro muy largo dal tesoro que ella y Mestisay están dando a la más bella de las expresiones de nuestra alegría. El ha escrito más de doscientas canciones y ella las canta todas.
Cada canción , cada secuencia fílmica, combinaban una imagen interesante, divertida, crítica o intelectual del gran Pedro Lezcano Montalvo. Presentó el estreno Guacimara Medina, consejera de Cultura del Cabildo grancanario. Nadie subió a escena a recibir el interminable aplauso final, porque, obviamente, era para Pedro.
