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Ángel Tristán Pimienta

El Rey, en el palo mayor

En 1986, en la Escuela Naval Militar de Marín, en Pontevedra, un jovencísimo Príncipe de Asturias tuvo un ‘posado’ para los medios de comunicación. La sesión había sido diseñada por el ministro de Defensa, Narcís Serra, y la llevó a cabo el DRISDE (Director de Relaciones Informativas y Sociales de la Defensa) Luis Reverter Gelabert. Todo salió perfecto.

Uno de los momentos estelares fue cuando el heredero de la Corona subió a la cruceta superior o ‘juanete’ de una réplica del palo mayor del Juan Sebastián Elcano, con sus compañeros, para ir ‘abriendo boca’ para cuando le tocase embarcar en el Buque Escuela de la Armada. Titulé mi crónica en ‘Faro de Vigo’: ‘Aprendiendo el oficio de Rey en el palo mayor’.

El discurso de Nochebuena de Felipe VI es un texto redactado desde el ‘palo mayor’. En el centro del buque, en el punto más alto, donde se ve más lejos, donde más se nota el movimiento de la nave. Fueron unas palabras sensatas, prudentes, en las que tocó todos los temas que tenía que tocar en este momento concreto, incluido el de su padre, el Emérito.

Claro que tampoco se puede ‘pedir peras al olmo’. La posición del actual monarca no se debe analizar sin tener en cuenta todos los factores: uno, que Juan Carlos se vio obligado a abdicar. Esto es importante. La abdicación no estaba en las previsiones del abdicado. Pero fue forzado por la realidad, y en esa realidad estaba de manera destacada su hijo.

Una vez convertido en Rey empezó a marcar distancias y, sobre todo, tuvo un gesto muy importante cuando empezaron los rumores sobre las cuentas en Suiza y los trapicheos financieros de su padre. El 15 de marzo le retiró la asignación oficial y renunció a cualquier herencia que pudiera corresponderle de sus bienes en el extranjero.

Si en el mensaje de Nochebuena, que suele ser de pan, amor y fantasía, Felipe VI afirma con rotundidad que los principios morales y éticos “están por encima de consideraciones familiares” no se necesita del auxilio de una moderna ‘enigma’ para desencriptar lo que significa esta frase. Quiere decir, llanamente, que el Rey pone por encima de su padre su convicción ética. Es una condena en toda regla de la conducta del anterior rey, sin entrar en profundidades personales por razones que son obvias aunque algunos no entienden la obviedad. Este sigue siendo un país en que lo evidente necesita demostración.

‘Casa Real’ no ha interferido la acción de los jueces y fiscales, que siguen tirando del hilo hasta desenmarañar el ovillo. Además del lenguaje verbal, está el lenguaje de los silencios, el lenguaje gestual y el lenguaje de los hechos.

Por supuesto, era lógico esperar que todos los antisistema y las organizaciones que tienen como finalidad acabar con el ‘régimen del 78’ así y asá como los grupos que buscan el estallido español… aprovecharan la ocasión para lanzarse como tiburones hambrientos a la cacería. Los independentistas vascos o catalanes, el viejo comunismo que quiere superar el pragmatismo del PCE carrilista, pero no solo carrillista, y el populismo de inspiración bolivariana guardado en el disco duro de Podemos (puede visualizarse esta afirmación en Youtube) proclaman que ha llegado el momento de la República para sustituir “a esta monarquía corrupta”. Pero la afirmación tiene su aquél, porque entonces los países que tienen repúblicas con un alto índice de corrupción, como en su momento fue Italia, lo que dio lugar al movimiento ‘Manos Limpias’, tendrían que haberse convertido en monarquías o en otra cosa aún por inventar, no sé, quizás un satélite artificial o una súper computadora inteligente (es broma).

Parece cada día más claro que Juan Carlos, que tan importante fue para traer la democracia, nos engañó, y de qué manera, con aquella campechanía almibarada que escondía presuntas corrupciones o lo que dejó de ser presunto desde el ‘corinavirus’ en Boswana: su falsedad moral. Pero eso no implica que el sistema de una Monarquía Parlamentaria sea contraindicado. Las instituciones de esa Monarquía Parlamentaria son las que han abierto diligencias e investigan minuciosamente el comportamiento del octogenario abdicado, perseguido además por una amante despechada experta en comisiones. Casi todas las monarquías europeas, como casi todas las repúblicas, han tenido momentos similares.

Hay un problema que los republicanos oportunistas y ansiosos y los antiespañoles parasitarios no suelen computar: una República no puede ser solo de izquierdas; sin el concurso de la derecha no hay república que valga y que salga adelante. Y además, esa República española con la que sueñan o deliran algunos, autonómica o federal, defendería la unidad de España. Como Alemania defiende la suya; Italia la suya; Polonia la suya…

Lo ‘otro’ no es república; sería revolución.

Y como los españoles aunque a veces lo parezcan no son –somos- tontos, ‘Podemos’ baja. La gente quiere paz, cordura, progreso, huir de abismos y pantanos. Si la maquinaria funciona correctamente basta con quitar al maquinista.

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