La Provincia - Diario de Las Palmas

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Lamberto Wägner

Breverías 82

El otro día en la sobremesa de un grupo de amigos se comentó el caso de un matrimonio conocido, en el que habiéndose consumado la separación, uno de los cónyuges había iniciado sin perder el tiempo una nueva relación... pero con un miembro de su mismo sexo. Y en las reflexiones posteriores surgieron recurrentes casos parecidos. Al plantear uno de los comensales si alguien sabía de separaciones contrarias, o sea una pareja rota del mismo sexo donde uno de los afectados hubiese entablado a continuación una relación heterosexual, nos quedamos todos en blanco. Yo no quisiera aventurar ninguna teoría... Pero ahí lo dejo...

Últimamente en los medios se están dando unos excelentes análisis de la situación política actual, con unos diagnósticos certeros, y unos exámenes exquisitos de cómo se ha llegado a la desastrosa situación presente. Pero ni un amago de propuesta de solución a tan penosa tesitura. En este contexto quisiera recomendarles a estos meticulosos cronistas, que se tomaran la molestia de leer la revista The Economist. En los reportajes de la misma, por cierto mancomunados y nunca firmados por su redactor, no sólo analizan la situación del momento, y te explican cómo se ha llegado a la misma y a sus calamitosas consecuencias, sino que pasan a aclararte con pelos y señales, primero qué es lo que se debía haber hecho, y segundo qué es lo que cabría hacer ahora para corregir el desaguisado. Por supuesto que a veces yerran en la solución, pero se les perdona por su valentía de mojarse, ejerciendo un periodismo de altura, que tanto se echa de menos por estos lares.

Me estoy gozando últimamente los servicios de un spa de nivel con toda clase de aditamentos y artilugios hidráulicos para el voluptuoso cuidado de mi cuerpo serrano. Aunque el otro día ya fue pasarse de la raya. Al preguntar por qué no había un reloj a la vista, me explicaron que la idea era que la experiencia del spa fuese intemporal, poco menos que la vivencia no estuviera encorsetada por el paso del tiempo. Pero es que al inquirir sobre la temperatura del agua de una de las piscinas, me aseguraron que se mantenía exactamente a 37º C. Al extrañarme la precisión del guarismo, me aclararon que no era casualidad sino que dicha temperatura coincidía exactamente con la del líquido amniótico. O sea que propiciar la sensación de la vuelta al útero materno no era sino un detalle más de lo que se ofrecía para conseguir que nuestra intemporal experiencia nos retrotrajera a la ingrávida seguridad de nuestra gestación. No sé ustedes pero yo creo que más que un spa esto es ya una spasada.

En estos tiempo de presupuestos generales del estado, tienen ya por costumbre ocultarnos en el debate el contenido de los mismos. Posiblemente porque nos percataríamos que entre tanto gasto y tanto ingreso queda meridianamente claro que el concepto ausente, absolutamente tabú, es la contención del gasto.

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