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Marrero Henríquez

Del pasado en el presente

El vacunado a medias se ha sentado a hablar del pasado en el presente. Se ha sentado a hablar con alguien a quien no sólo le interesa pensar sobre ese tema sino que lo está investigando en su familia y está escribiendo un libro sobre ello. La pervivencia del ayer en el hoy de la que se conversa no es aquélla que se refiere a cómo un hecho de la infancia o de la adolescencia condiciona el comportamiento de un adulto. El diálogo se concentra en cómo la ideología de un ascendiente remoto penetra en una familia y sobrevive durante generaciones en sus descendientes condicionándolos en manifestaciones diversas: militancias, prejuicios, trauma, filias y fobias de todo tipo y condición.

El vacunado a medias siente gran estima por las personas que reflexionan sobre asuntos que no tienen que ver con la inmediatez de las cosas cotidianas, asuntos que a muchos resultan inútiles especulaciones sin sentido que a nada conducen, salvo a recalentarse la cabeza. Esas personas, las que se apasionan por asuntos a primera vista poco prácticos, son, en verdad, muy prácticas, porque con sus abstracciones consiguen situarse firmemente en el presente y vivirlo de manera intensa y consciente. Como sólo se vive una vez, las personas que se autoanalizan aprovechan mejor el tiempo y aunque vivan los mismos años que otras en verdad viven más porque viven con gran conciencia de vivir.

Cuando llega a casa lo primero que el vacunado a medias hace es preguntarse por qué piensa como piensa e indagar en sus puntos de partida. Bien dispuesto a poner en tela de juicio todos los principios sobre los que descansa su manera de ver las cosas, el vacunado a medias analiza las ideas preconcebidas con que construye sus juicios y opiniones y que vienen del principio de los tiempos. Piensa en Derrida y en el signo como juego y se dispone a desestructurar algunas de las metáforas de la vida cotidiana que Lakoff y Johnson estudian.

A ver, se dice el vacunado a medias, ¿por qué negro es peor y blanco mejor? ¿Por qué arriba es bueno y abajo es malo? ¿Por qué es preferible grande que pequeño? ¿Por qué más es mejor que menos? Con esa correlación de metáforas el vacunado a medias construye una manera de pensar en la que el ente que congregue blanco-arriba-grande-más será infinitamente mejor que el ente que congregue negro-abajo-pequeño-menos. Pero el vacunado a medias no ve las cosas así; tiene claro (¿claridad es mejor que oscuridad?) que esas asociaciones responden a la conjunción de la mentalidad viejo-testamentaria con la versión del capitalismo más radical que se ha adueñado de ella para su propio beneficio y que se ha enseñoreado del planeta Tierra.

¿Negro es peor que blanco? Sin la noche no se puede descansar y sin el sueño estaría la humanidad desquiciada. Una piel blanca se daña con facilidad al sol del verano. En oscuridad se calma el alma y el pensamiento medita en paz. ¿Es grande preferible a pequeño? En una pequeña isla del Atlántico se puede vivir muchísimo mejor que en una gran ciudad continental, en Frontera, por ejemplo, se vive mejor que en Nueva York. Lo pequeño es manejable y siempre será mejor tener un pequeño problema que uno grande. ¿Arriba es mejor que abajo? No necesariamente. Arriba está siempre el arco tensado y abajo las cosas suceden con tranquilidad. Cuesta subir y no siempre se llega a la cima y, cuando se llega, no siempre se encuentra lo que se esperaba. ¿Más es mejor que menos? Más plástico, más consumo, más producción son los grandes problemas a resolver en el siglo XXI, en cuya agenda habrá de triunfar la “comida lenta” y el decrecimiento como fuentes de bienestar. En el siglo XXI menos siempre será mejor que más.

Y todo por una conversación sobre el pasado en el presente. A veces, reflexiona el vacunado a medias, los derroteros del pensamiento son inescrutables.

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