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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

El síndrome de la covid19

Querido amigo, cada vez me parece mejor lo del confinamiento. De repente he descubierto que, con menos contaminación urbana, la hierba crece en las calles y se oye cantar a los pájaros. Y es que el aire está más limpio que antes y se puede respirar mejor.

La pandemia nos ha obligado a ver la muerte de cerca y que no le tengamos tanto miedo. Es la vida lo que ahora tememos y, de alguna forma, la muerte viene a ser como una liberación.

Por eso estoy a favor de que aprueben la eutanasia, porque cuando la vida se convierte en una tortura, la muerte es la única solución.

Puede que la verdadera gloria consista en no tener que seguir soportando las mentiras de Trump y de la mayoría de los políticos, Gregorio, así como la presión que sufrimos de los bancos, la ansiedad por la declaración de Hacienda, el recibo de la luz y tantas otras complicaciones que tenemos en esta forma de vida. Llegado el momento, también debe ser un alivio dejar de cargar con esta miseria de cuerpo que nos han dado.

En un bar cerca de mi casa, el dueño ha puesto un tarro de cristal con agua y lejía, y cada vez que le dejan una propina, va y tira unas cuantas monedas en el tarro. Dice que le gusta oír cómo suena el chapoteo.

Ni él ni ningún camarero pueden sacar las monedas porque el cuello del tarro es estrecho, y tendrían que vaciar el agua o sacarlas con una cuchara larga.

Luego, cuando el tarro se llena, lo vacía sobre un paño y deja que las monedas se vayan secando. Se quedan limpias como una patena y, seguramente, sin ningún tipo de virus.

Le gusta guardarlas en un clasificador de monedas que encontró en un chino, aunque, lo que suele hacer con más frecuencia, es usarlas para pagar parte del recibo de la luz…

Con la situación de crisis sanitaria y económica que tenemos, ya nadie se acuerda de los cantautores de los sesenta porque, como en la Ley de Murphy, cualquier situación por mala que sea, es susceptible de empeorar.

Ahora, hasta nos parecen ridículas algunas canciones como La muralla, Te recuerdo, Amanda, El pueblo unido jamás será vencido, Solo le pido a Dios y muchas otras, así como las reivindicaciones de la canción protesta española de Paco Ibáñez, Sánchez Ferlosio o Raimon.

Todo se ha quedado en nada ante la magnitud que supone esta lucha entre la vida y la muerte que nos ha traído la pandemia.

Solo nos queda unirnos al verdugo de la covid19, que ha venido a poner fin a todas nuestras penas. Lo mismo que hizo Patricia Hearst después de ser secuestrada por el Ejército Simbionés de Liberación, que se unió a sus captores para atracar un banco en una reacción psicológica conocida como Síndrome de Estocolmo. Qué remedio…

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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