La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

365 días

A apenas seis días de estallar el Estado de Alarma éramos unos indocumentados sobre la pandemia. Tal es así, que a la manifestación del 8-M se fue sin gel hidroalcohólico, mascarillas y sin respetar la distancia de seguridad. Los contagios por el Covid-19 eran un rumor, o como mucho, el pequeño zumbido de una mosca que no iba en modo alguno a poner patas arriba el grado de confort alcanzado. Igual que sucede frente a otras crisis, el acceso a la información sensible posibilita subir la guardia. Z. ya tenía una balda de la cocina llena de material y comestibles de campaña contra un aislamiento de emergencia. Una despensa adquirida con discreción, entre varios establecimientos, para no levantar la alerta, dado que el acopio resultaba altamente sospechoso: líquido desinfectante, vestimenta y gafas de protección, galletas, chocolatinas, vajillas y cubiertos de tirar... Z. lo ocultó todo hasta el día en que compareció Pedro Sánchez rodeado de militares de alta graduación para anunciar a la nación la grave situación, la extensión transfronteriza del coronavirus, los ingresos hospitalarios, los bloqueos de la UCI, la carencia de respiradores para atender la fuerte demanda, las compras de mascarillas, los cierres perimetrales, las restricciones horarias... La hecatombe. Según dijo Z., actúo sin llamar la atención para que no la tomasen por una desquiciada que se había creado un mundo paralelo. Un año después saca pecho y revolotea sobre el resto presumiendo de su capacidad analítica y de evaluación de riesgos ante una situación crítica. No queda más remedio que darle la razón. Tras 365 días, ni más ni menos, estamos en condiciones de aceptar que podemos paralizar una guerra, que somos capaces de devolver la bonanza a un país arrasado por una bomba química, que existen mecanismos para afrontar una hambruna por una crisis ecológica... Pero también que todas estos accidentes determinantes pueden conjurarse gracias a un virus. Paradójicamente, estábamos inmersos en la lucha contra los ataques de los hackers a los sistemas de seguridad de los bancos y los grandes organismos públicos, cuando otro SARS, un virus humano, ponía un palo a la rueda para desplazar la omnipresencia de la inteligencia artificial y ofrecer en su máxima desnudez la ausencia de conocimientos sobre una enfermedad mortal. En realidad parece que ha pasado una década de los primeros pánicos, los encierros por cuarentena, las opiniones contradictorias, las secuelas, los ingresos, las muertes, los renacidos, los ERTE, las palabras de Fernando Simón, los vaticinios de Merkel... Visto ahora, los 365 días ha sido como una vuelta al mundo, una enorme oquedad en la que ha entrado de todo, un inmenso agujero sin fondo donde se desarrolla una batalla infernal para salir a flote: el retorno a la vida tal como era, con sus miserias, frenazos, avances, satisfacciones o desgracias. No deja de ser un sarcasmo que se gaste saliva o memoria digital dando por hecho que la pandemia es el primer paso para la modernización de una serie de sectores económicos anacrónicos. Una reconversión que iba a ser pautada y negociada, pero que ahora, con la emergencia sanitaria, ha pasado a ser vertical, monolítica, desigual y que dejará su alrededor un mercado de trabajo afectado por una necrosis duradera. Ha sido un año de formación después del miedo. La ignorancia inicial ha dejado paso a la unión con el mundo científico: ¡Tenemos vacunas! Los españoles deben estar orgullosos de sus investigadores, porque han sido ellos los que nos han inoculado el conocimiento sobre las consecuencias del virus y sobre cómo afrontarlo durante el día a día. Seis días antes del Estado de Alarma no sabíamos nada de nada.

Compartir el artículo

stats