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Carlos Gómez Gil

Observatorio

Carlos Gómez Gil

Hablemos del Antropoceno

Atravesamos un momento sin precedentes en la historia de la humanidad y de la naturaleza, en el que la magnitud de los desequilibrios y transformaciones que se están produciendo nos está adentrando en un período incierto para todo el planeta. De hecho, la pandemia de covid-19 es una de las consecuencias aterradoras de muchos de esos desequilibrios, con interacciones novedosas sobre los ecosistemas locales que han llevado a la propagación de virus mortales, extendidos con rapidez en un mundo plenamente interconectado, para lo bueno y para lo malo.

Pero mientras hemos dedicado nuestra atención y energías a frenar el avance y el impacto de la pandemia, diferentes crisis preexistentes han seguido avanzando. Pensemos en cómo se están batiendo todos los récords de aumentos y variaciones de temperaturas en todo el mundo, con una temporada de huracanes en el Atlántico nunca antes vista ni en el número ni en la intensidad de los fenómenos registrados, con enormes incendios en zonas clave del planeta propagados por las alteraciones climáticas, con sequías, plagas y sucesos atmosféricos extraordinarios por todo el mundo, mientras los glaciares y casquetes polares desparecen y una cuarta parte de las especies están en riesgo de extinción en las próximas décadas.

La presión que vive el planeta en su conjunto refleja la tensión que lleva soportando desde hace décadas sobre nuestras sociedades, de manera que el avance en los desequilibrios planetarios van de la mano con el agravamiento en los desequilibrios sociales. De hecho, a medida que progresa el cambio climático y sus efectos, aumentan las migraciones forzosas como respuesta a sus impactos en distintos países del mundo al igual que la inestabilidad social. Hasta el punto que uno de los rasgos del momento actual es el encadenamiento de crisis múltiples de distinta naturaleza.

De entre todos los nuevos paradigmas que se manejan en las ciencias, en los últimos años se ha abierto paso uno que recoge con contundencia buena parte de los cambios y transformaciones irreversibles que está viviendo el planeta y el conjunto de la humanidad. Se trata del Antropoceno, un término que designa una nueva era geológica en sustitución al Holoceno, la anterior época geológica, que ha tenido una duración aproximada de unos 12.000 años y durante la cual, la civilización humana, tal y como la conocemos, ha avanzado y se ha desarrollado.

De hecho, el Antropoceno se considera ya como una nueva unidad estratigráfica a partir de las evidencias científicas para determinar su validez como escala del tiempo geológico en el período actual, marcándose su inicio en la mitad del siglo XX. La importancia de esta nueva era geológica es que, por vez primera, la comunidad científica internacional considera que nos hemos adentrado en un período novedoso en el que los seres humanos nos hemos convertido en un “factor geológico” determinante en la generación de cambios y transformaciones biofísicas irreversibles para el futuro de la Tierra. En esta nueva época los seres humanos hemos alcanzado la capacidad de ser un agente transformador gigantesco de escala geológica global, de la misma forma que otros grandes procesos que modelaron el desarrollo del planeta con anterioridad.

Desde que la idea de Antropoceno ha avanzado entre los científicos, han cambiado los enfoques para la comprensión de algunos problemas globales. En estos momentos toma fuerza la propuesta de dejar de considerar los problemas como asuntos individualizados y compartimentados en la medida en que hoy, más que nunca, hay una realidad multidimensional, universal e interconectada. Nunca antes la evolución del planeta y de la humanidad han ido tan de la mano, de la misma forma que nunca antes las decisiones adoptadas por nuestras sociedades determinan, de manera tan estrecha, el futuro del planeta. El avance y el bienestar de la humanidad están estrechamente ligados a nuestras interacciones con la naturaleza y la gestión del conjunto del planeta, formando una dimensión socioecológica inseparable. Todas las personas nos desenvolvemos en espacios sociales, económicos y ambientales que son interdependientes.

Sin embargo, no estamos siendo capaces de valorar la dimensión de los cambios que estamos generando sobre el futuro del planeta, entre otras razones, por la diferencia de escalas temporales en las que nos movemos. Los procesos planetarios duran cientos de miles o millones de años, mientras que, para nosotros, lo antiguo se mide en cientos o, como mucho, miles de años. Pero también, por el hecho de que se siguen anteponiendo intereses egoístas cortoplacistas desde el punto de vista de la economía, la producción y el consumo sin tomar en consideración sus impactos sobre la biosfera.

La importancia y gravedad de la visión del Antropoceno es de tal calibre que las Naciones Unidas, a través de su prestigioso informe sobre Desarrollo Humano, ha decidido este año dedicar sus trabajos e investigaciones a esta temática, desplegando un aparato científico de primer orden para analizar sus impactos y consecuencias.

Urge repensar la buena vida de todos, compatible con la conservación y el respeto al planeta, a la naturaleza y a la biodiversidad, evitando un desastre ambiental que va a poner en riesgo a la sociedad en su conjunto, tal y como la conocemos. Porque sin ningún género de dudas, el futuro de la humanidad y del planeta están estrecha e intensamente unidos.

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