La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cartas de los lectores

Qué está sucediendo con Maspalomas

Me acuerdo que de chico iba con mis padres a Maspalomas y me parecía la playa más inmensa que podía existir sobre la tierra, todo eran kilómetros y kilómetros de arena y de dunas y de un mar azul oscuro en el que daba gusto bañarse hasta que los dedos se arrugaban. Es obvio que la percepción de un niño no es la misma que la de un adulto, pero estoy seguro de que la playa que conocí cuando era pequeño no es la misma a la que he ido los últimos fines de semana, esa misma playa que me ha hecho regresar a casa mordiéndome las uñas.

Me ha pasado varias veces en el último mes, una vez que paso el faro y esa eterna escultura de arena que nunca cambia y que da la bienvenida a la playa, me entran unas ganas enormes de regresar al coche y volverme a encerrar en mi casa. Primero camino por el inicio de la playa y descubro cómo algún ente con intereses oscuros, por llamarlo de alguna manera, no estoy al tanto de quién se encuentra detrás, aunque no hay que ser un lumbrera para adivinar que se mueve dinerito, se ha empeñado en cincelar el paisaje a su antojo y cargarse un trozo de playa para levantar un muro de rocas robadas al mar con no sé qué finalidad -los intereses mercantiles resuenan nuevamente en mi cabeza-. Después, continúo caminando y me topo con un montón de personas que bailan y beben sin mascarillas y sin respetar la distancia de seguridad, que ponen la música a todo volumen sin que nadie les diga nada y que no respetan a las personas que acudimos a la playa buscando un momento de desconexión y contacto con la naturaleza.

No escribo estas líneas para criticar el comportamiento de nadie, tan solo me gustaría reflexionar un pizco sobre el cuidado que le estamos dando a nuestras playas, el bien más preciado que tenemos en nuestras islas. Tengo la sensación de que nos da absolutamente igual ganarle terreno al mar y destruir nuestro ecosistema en pos de un rato efímero de divertimento y egoísmo que tendrá importantes consecuencias en un futuro más cercano del que nos imaginamos. Da la casualidad de que las últimas veces he ido a la playa con amigos extranjeros que aman la isla, turismo del bueno que tanto nos interesa, pero que han expresado sus pocas ganas de volver a Maspalomas ante el panorama que han vislumbrado. Y me pregunto: cuando todo sea cemento y bares cutres y la música no nos deje escuchar el sonido de las olas, ¿quién va a querer venir de vacaciones a la Isla?

¿De qué vamos a vivir entonces?

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