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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La columna ya no es tan larga

La verdad que no he podido resistir la tentación de escribir con el nuevo diseño, que para un periódico es como exfoliarse, quitarse de encima las escamas viejas y dar paso a las nuevas. Y aquí estoy más desinquieto que en el probador de Giorgio Armani, entre la sensación placentera que produce hacerse con una prenda de estreno. El asunto es que el deseo resulta un peligro, dado que me he dejado llevar por el estímulo de la nueva paleta de colores que tengo alrededor, pero el hecho cierto es que no tengo nada que contar. Siempre que hay un rediseño del periódico me suele pasar lo mismo: me quedo bloqueado. Lo tengo más que comprobado. Parece como si me cayera encima de la espalda otra década, una sensación de envejecimiento que atribuyo a la imposibilidad que tenemos los humanos de rediseñarnos, más allá de un cambio de peinado o una retoque estético. No podemos frenar el paso de los años ni tampoco trasladarnos a los prados de la infancia. Siempre busca uno entre las noticias el descubrimiento de la verdadera máquina del tiempo, pero por ahora nada de nada. A medida que escribo veo que la columna no es tan larga como antes, por lo que concluyo que el rediseño ha sido benevolente con los años que llevo en esto, con los dolores de espalda y la mortificante irritación en los ojos. Tendría que medir las palabras exactas para saber si no se trata de un espejismo que me he montado para la ocasión. Los diseños de los periódicos suelen envejecer, por lo que tienen que ser sometidos cada cierto tiempo a un tratamiento rejuvenecedor. Ahora vivimos en una sociedad hastiada de diseños de todo tipo, encerrada en un desatino de formas y colores, tatuada por todos lados, visualmente trastornada por enormes monitores que ocupan la pared entera de un salón mínimo. Hay que competir contra esta proliferación a chorro limpio de novedades. Definiría el diseño del periódico como un momento zen, una abstracción que usurpa los desagradables zumbidos de alrededor.

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