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Observatorio

El feminismo es un humanismo

Estos últimos días han supuesto un momento álgido en violencia de género. Ha sido una semana negra en la que se han contabilizado hasta seis víctimas de violencia machista. Cinco mujeres y un menor han sido asesinados. Un incremento que ha vuelto a poner en cuestión las medidas utilizadas para la prevención y la erradicación de esta lacra social que es la violencia específica que padecen las mujeres por el solo hecho de serlo. Una vez más queda al descubierto que, siendo la ley importante, las medidas punitivas no son por sí solas suficientes y han de combinarse con otro tipo de medidas educativas de sensibilización, información y formación. En esa línea, en 2005, apenas unos meses después de promulgarse la Ley Orgánica 1/2004 de Protección Integral contra la Violencia de Género, escribí un libro de divulgación educativa que titulé La violencia de género explicada a mi hijo. Por aquel entonces, no solo mi alumnado, sino también mi hijo, eran población adolescente y consideré importante explicar, en las aulas y fuera de ellas, ese concepto nuevo que se conoce con el término anglosajón de gender violence y que fue difundido a nivel internacional en la IV Conferencia sobre la Mujer en Pekín en 1995. Desde entonces, en la lucha contra la violencia machista se dan avances y retrocesos como ha podido comprobarse recientemente.

Y dado que en estos momentos me encuentro revisando el libro que he mencionado para una próxima reedición ampliada, quisiera hacer hincapié en algo que ya dejé escrito en sus páginas. En el último capítulo, tras explicar que la violencia de género es un problema de Estado y de salud pública que afecta al bienestar de la sociedad entera, recordé que se trataba de una cuestión de humanismo y no de humanitarismo. ¿Qué quise decir con ello? Quise enfatizar que las mujeres no son un colectivo de damnificadas que han de recibir ayuda como si la violencia que se ejerce sobre ellas proceda de una catástrofe natural. Es sabido que ante un terremoto o un tsunami acuden las fuerzas humanitarias para reparar los daños y salvar a la población afectada. Se movilizan grupos de voluntariado, servicios de protección civil y diversas organizaciones no gubernamentales (ONG). Y sucede de tal forma porque los seres humanos nos solidarizamos con nuestros semejantes ante las tragedias que tienen su origen en las fuerzas desbocadas de la Naturaleza.

Pero este no es el caso de las mujeres que sufren violencia de género. Hay que entender que se trata de un tipo de violencia estructural y que son las inercias sexistas heredadas del patriarcado las que llevan a maltratar y asesinar a las mujeres. Hay que defender que las mujeres son parte de la humanidad, más de la mitad de ella, y que por ello reivindican su derecho a la dignidad, a la integridad física, a la educación, al trabajo y a la salud. De ahí que la violencia de género haya de atenderse como un problema de Estado y no un asunto privado. En otras palabras, las mujeres no quieren que se les trate con conmiseración desde la beneficencia, sino que reclaman justicia. Y por eso mismo, es necesario que en la causa de las mujeres no se confunda el humanismo con el humanitarismo.

En este marco, me ha venido a la memoria aquel libro que Jean Paul Sartre publicó en 1945 con el título El existencialismo es un humanismo, a fin de divulgar y acercar a la mayoría la esencia de su filosofía. Allí señalaba que el ser humano, al estar condenado a ser libre, es responsable de todo lo que hace. Añadía además que toda acción se halla vinculada a la situación que se vive, pero que esto no significa que todo sea lícito y que todo esté permitido. Dos años después, Simone de Beauvoir, en Para una moral de la ambigüedad (1947) seguía esta vía retomando la importancia de asumir la responsabilidad del propio proyecto vital. Más tarde, en El segundo sexo (1949), mantuvo ya que las mujeres tenían que dejar de ser alteridad y librarse de los prejuicios tanto biológicos como culturales que les van asociados.

Para la filósofa, las mujeres debían afrontar la tarea de hacerse a sí mismas a través de la educación y así salir de la opresión de los varones y ser independientes, sobre todo en el plano económico. De hecho, el feminismo supuso un giro epistemológico radical al desvelar una visión injusta de la sociedad, donde la desigualdad entre los sexos responde al modelo patriarcal en el que el sujeto hegemónico es el hombre y el subyugado la mujer. En otras palabras, el feminismo es la lucha por la emancipación de las mujeres para conseguir su plena humanidad en igualdad con los hombres. En ese sentido, los logros del feminismo han sido siempre avances de la humanidad y por eso mismo hay que hacer mucha pedagogía y seguir reivindicando que el feminismo es un humanismo.

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