La Provincia - Diario de Las Palmas

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Javier Cuervo

No nos representan

Dentro de dos olimpiadas se cumplirán cien años de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, los primeros con participación significativa de mujeres: el 10%. Ahora, el Comité Olímpico Internacional tiene que identificar quién es mujer y quién no midiendo nanogramos de testosterona en sangre. Muchas veces las capacidades superiores de los atletas se deben a anomalías físicas que, sin el valor que damos a sus resultados, calificaríamos de carencias o defectos. La historia del deporte es la historia del dopaje hasta el extremo de que ahora se quieren penalizar las capacidades endógenas de producir excesos de sustancias potenciadoras. Todo se ha vuelto difícil. Los festivales de cine proponen abolir las categorías masculina y femenina en interpretación y en los Juegos Olímpicos hay partidarios de crear nuevas categorías que amplíen la masculina y la femenina.

Es más complicada -por sencilla- la identificación con la élite del deporte mundial, esa exigua excepción, la inmensa mayoría de los espectadores de los Juegos Olímpicos. El lema de esta competición es “más rápido, más alto, más fuerte” y su objetivo, seleccionar al humano o al grupo que supere a los demás según tales criterios.

Esa identificación del único dentro de la excepción que se consigue con una constitución física óptima, una vida de esfuerzo y privaciones en entornos de alto rendimiento consigue otra identificación entre personas normales, que apuran cervezas y mastican aperitivos crujientes sentadas ante el televisor. Como la competición se organiza por países, por la fantasía nacionalista es general que los paisanos de un medallista sientan que les toca una pedrea de la victoria. No es menos patética que la fantasía sexista, que compara los resultados de las competiciones masculinas y femeninas desatendiendo que la peor clasificada en cien metros lisos corre más que el 99, 9% de los hombres del planeta. La implicación racista del espectador sentado no es más inteligente de lo que sería la jactancia de un animalista haciendo competir a un guepardo cojo con Usain Bolt.

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