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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Acabando con el Carnaval poco a poco

Tres o cuatro y algunos más como solidarios ponen en jaque la celebración del llamado Carnaval de Día en Vegueta. Una hiperjarana mañanera -con lo malo que son los vicios bajo el sol- que nació huyendo de otros tres o cuatro vecinos de Santa Catalina que asesinaron los mogollones nocturnos en los tribunales.

La última sentencia, recién horneada, se cepilla el rito en el barrio fundacional y lo deja a la espera de un nueva lugar donde no exista vida humana. En una de estas acabamos en un descampado lleno de tabaibas y rabo de gato, celebrando el Carnaval donde sólo se molesta a una tribu de lagartos. Y con cautela exquisita: pueden recurrir animalistas y ecologistas. Hay tradiciones culturales que son tan importantes como los campanazos de la Catedral, muy ruidosos, por cierto. Espero que no tomen nota en Agaete y trasladen al juez la necesidad de acabar con La Rama, debido a la imposibilidad de una mente humana de soportar un sólo día de éxtasis colectivo.

No voy a demonizar a los denunciantes dado que estamos en un país libre, aunque Vox vea una dictadura y los populares lo digan con la boca chica. Pero esto de prohibir y no armonizar intereses nos trae a la memoria el repelús franquista contra las carnestolendas locales, que acabaron silenciadas por representar el pecado y la libido en su máximo frenesí. Entiendo que exista hartazgo de vomitonas y botellones, pero para ello está el servicio de limpieza exprés o la vigilancia eficaz de las calles; es decir, todo puede quedar impoluto, al gusto de los más recalcitrantes resistentes. En sintonía con las censuras vecinales, la sociedad aceptó acoplar su deseo de fiesta a algo que, en principio, resultaba anacrónico: meterse en el baile después del desayuno, dejar la noche, donde estaba la esencia del carnaval urbano, desmogollonarse con una modificación radical del biorritmo. Lamentable. Sentencias de esta calaña acaban por convertir las ciudades en cementerios, provocar el cierre de negocios y matar del aburrimiento a los que nunca les pasó por la cabeza ir contra una fiesta popular simbólica.

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