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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Meses críticos

Hubo un instante en el pleno parlamentario de ayer realmente alarmante. Fue cuando el presidente Ángel Víctor Torres expresó su temor por lo que pueden ser «unos meses durísimos» por el aumento de contagios de coronavirus. El contenido literal de esta declaración es ya bastante preocupante. Pero que Torres lo formule como un acontecimiento astrológico frente al que no cabe sino un hipnótico terror ya acojona lo suyo.

La situación en Tenerife es particularmente angustiosa. A los que alegremente lo obvian se les debe repetir que los que temen o han confirmado a través de un test estar contagiados pueden y seguramente deban visitar su médico de Atención Primaria. En todo caso la mayoría lo hará. Si se le suma la tasa disparada de contagios a las visitas habituales por la gripe estacional y otras patologías derivadas del cambio de estación, además de urgencias habituales, asistencias sin cita, vacunaciones de adultos y niños en marcha, saturación de líneas telefónicas… la situación puede llegar a ser crítica. La presión asistencial en los centros de salud tinerfeños – y algo parecido ocurrirá muy pronto en Gran Canaria – es cada día más alta. Lo que se llama fatiga pandémica tiene manifestaciones que no se limitan a cierta dolorida melancolía. En los últimos días se han registrado agresiones – verbales y físicas – a personal sanitario y administrativo de atención primaria. Uno de los empleados, tinerfeño, recibió incluso un puñetazo por alguien que exigía que tratasen a un familiar de inmediato. Lo pude ver desde el exterior de un centro médico y en ese instante se produjo una situación caótica con carreras, empujones, gritos, algún insulto agudo y despavorido. No se les puede exigir más a médicos, enfermeros, auxiliares de clínica, administrativos y celadores. Están reventados, pero la mayoría caerán al suelo agotados antes de faltar al trabajo. Es una costumbre, una cultura profesional, un compromiso adquirido como parte del trabajo, una deontología que llevan en las venas. Pero tampoco cabe responsabilizar a la gente hasta el absurdo. Un absurdo, por ejemplo, es volver a exigir las mascarillas en espacios abiertos y razonablemente despejados, o insinuar que un breve confinamiento no vendría mal para ajustar de nuevo el control de la pandemia.

Los que deben asumir la situación son los responsables políticos y no precisamente para expresar su temor sobre los meses duros que se avecinan. ¿De veras que después de lo que se ha pasado, con más de 100.000 muertos en España y cientos de fallecidos en Canarias, no se han diseñado planes de contingencia para el caso de un aumento relevante de contagios? Planes de contingencia que, evidentemente, deberían pasar por un refuerzo de personal y medios técnicos y organizativos en la atención primaria y en urgencias, que incluye, obviamente, contrataciones y test gratuitos distribuidos entre la población. Pues no, al parecer la experiencia no ha servido para maldita la cosa. Los grandes centros hospitalarios – las piezas privilegiadas en el sistema sanitario español –cuentan con medios para afrontar un crecimiento de hospitalizaciones. Respecto a la atención primaria, presupuestariamente la hermana pobre del ecosistema sanitario, Blas Trujillo, el consejero de Sanidad, aseguró hace tres o cuatro meses que cuentan en stock con millones de unidades de materiales de protección rápida. Pero eso no es suficiente. Simplemente aunque el personal trabaje a destajo no dan para más. Es imprescindible un protocolo que active contrataciones temporales en momentos críticos y estamos entrando en una coyuntura singularmente crítica. Canarias, que consiguió salvar el primer combate grave del coronavirus con cierta eficacia y eficiencia, puede encontrarse ahora en una situación límite por falta de rigor y exceso de confianza asistencial.

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