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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

De la competencia y la incompetencia

Querido amigo, hace unos días le preguntaba a uno de los pocos comerciantes de la zona de Triana que todavía resiste la invasión de las multinacionales, que cómo le iba el negocio, y me contestó que como el cariño verdadero: ni se compra ni se vende…

Resulta prácticamente imposible competir en este mercado que nos ha traído la globalización, Gregorio, y ya nos hemos acostumbrado a consumir productos de marca, aunque la mayoría sea de usar y tirar.

A un amigo de mi hijo que trabaja en Madrid, se le ocurrió comprarse un abrigo que le costó nada menos que 900 euros. Mi hijo le comentó que le parecía carísimo, pero su amigo le dijo que era de cachemir, a lo que mi hijo contestó: «Sí, de casi mil… euros».

Hace la friolera de treinta y ocho años que tengo abierta una galería de arte contemporáneo en la zona de Triana, un tipo de negocio que es bastante atípico a pesar de ser una actividad de mucho interés en el programa cultural de una ciudad, y me suelen preguntar si las salas públicas de exposiciones son una competencia para las galerías, lo que, en mi opinión, pueden serlo, pero, más que la competencia, me preocupa la incompetencia de los responsables públicos a la hora de destinar sus fondos a exposiciones y otros eventos culturales sin ningún criterio.

Eso es, precisamente, lo que minimiza y distorsiona la propuesta del sector privado, que no cuenta con esos medios económicos y que, a pesar de todo, desarrolla una labor más profesional y apuesta de forma más continuada.

La cultura para el gobierno es solamente una oportunidad de promoción para sus representantes políticos, algo de usar y tirar tipo kleenex que después de utilizarla se olvida. Pero el problema no es lo poco que hacen sino lo mal que lo hacen.

En el caso de Canarias, el apoyo al sector privado ha desaparecido prácticamente, por lo que la presencia y visibilidad de nuestros artistas aquí y sobre todo en el exterior, ya no existe.

La gestión cultural en Canarias nunca ha estado a la altura de sus creadores ni de las galerías de arte que los representan.

Tuvimos tiempos mejores a mediados de los ochenta, una época en la que Manolo Padorno era asesor de cultura del gobierno. Pero, pasados unos años, aquello quedó en un espejismo, y de ahí en adelante todo ha ido cambiando a peor.

Pero no es de extrañar que sigamos estando en un callejón sin salida si la mayoría de nuestros gestores de la cultura siguen siendo los mismos de siempre, gobierne quien gobierne.

En el año 2008 sufrimos una grave crisis económica y, cuando estábamos en camino de superarla, llegó la pandemia.

La creatividad no puede esperar ni ponerse en la cola, Gregorio, y lo que no se hace hoy morirá para siempre. ¿Hace falta decirlo de nuevo…?

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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