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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Gente de fiar

Fue maravilloso ver y escuchar a Jordi Pujol participando con otros presidentes catalanes en una conferencia convocada por el departamento de Acción Exterior del Govern de la Generalitat. Faltaban los socialistas, pero Maragall está muy enfermo y José Montilla excusó su asistencia porque en ese mismo momento el hombre tenía una reunión del consejo de administración de Enegás – que maravillosa casualidad cargada de poesía-- aunque mandó una grabación videográfica. En su intervención, además de divagar enciclopédicamente, Pujol, que será juzgado muy pronto por blanqueo de capitales y asociación ilícita, se refirió con admiración al tercer ausente, Carles Puigdemont, prófugo de la justicia española. Un gran hombre Puigdemont, allá en Waterloo, defendiendo los intereses de Cataluña, lo que obliga a comer el plato combinado del día en Bruselas. ¿No es fascinante? Toda esta peña perfumada y damasquinada, delincuentes, procesados, condenados, atrapados en deleitosas puertas giratorias, discutiendo sobre el futuro de la patria y del continente europeo, y camareros sirviéndoles cafelitos y aguas con gas y magdalenas y las cámaras de televisión rodando y aquí no ha pasado nada y nada podrá pasar.

Es un espectáculo emparentado al del líder de un partido al que denuncian prácticas irregulares en la gestión de una compañera durante lo más duro y letal de la pandemia y ahora Pablo Casado está a punto de ser ahorcado e Isabel Díaz Ayuso elevada a los altares mientras los tejemanejes de su hermano son reducidos a nimiedades despreciables. Si se descubrieran más contratos con el hermanísimo daría exactamente igual. «Ladrón o no ladrón/queremos a Perón», berreaban los peronistas con el general en el exilio. Los pijos y aquella clase media que ya no lo es pero que no se ha enterado todavía defienden el ayusismo no como la salvación de la derecha, sino como la perdición definitiva de Pedro Sánchez. Son los pútridos lodos del aguirrismo. Casado y Ayuso provienen de esas sucias miasmas burbujeantes. ¿De veras que la madame de un burdel puede ignorar que está al frente de una casa de putas? ¿De verdad, es mínimamente verosímil que en semejante vertedero político, moral e intelectual podrían surgir otras flores distintas, una organización estructuralmente decente, una praxis política interna democrática, un respeto por las reglas de juego y un desprecio por denuncias falsas, gestapillas, detectives, chismes, maldiciones, zancadillas, autoritarismo, corrupción, culto a la personalidad, basura a raudales? Obviamente no es posible, como demuestra esta farsa vomitiva.

Como con los padres y padrastros de la nación catalana, como con los hijos y nietos de Esperanza Aguirre y José María Aznar, yo siento una admiración arrebatada cuando veo a los presidentes del CD Tenerife y de la UD Las Palmas seguidos, interpelados, entrevistados, bendecidos, admirados, aplaudidos. ¿Por qué no? ¿No les debemos todo en realidad, incluso los disgustos, decepciones y emputes que nos salvan de las mortíferas tardes del domingo? ¿Por qué vamos a detenernos en sus problemillas judiciales, aunque metan más goles en los juzgados que en el campo? ¿Y los humoristas –abundan en el PSOE – que hablan de la corrupción como si fuera un pecado genético de la derecha y hasta tienen metido como asesor a un vicepresidente del Cabildo a punto de entrar en un juzgado? ¿Y Casimiro Curbelo, ah, el silencio ahíto de admiración que rodea – es el único que se atreve a rodearlo -- a Casimiro Curbelo, fundador de la ASG, presidente del Cabildo, diputado de su grupete de tres, que friega y barre y da esplendor a sus direcciones generales y empresas públicas, y que como con él no era suficiente, ha pedido ayuda a gente de su casa? Gente que no cobra. Ya se sabe que la gente que trabaja en el Gobierno y no cobra es, desde siempre, gente de fiar.

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