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Antonio Balibrea

El mundo por de dentro

Antonio Balibrea

La encrucijada de la política exterior progresista

Promover la democracia y los derechos humanos, el respeto a las normas internacionales, la lucha contra el autoritarismo, la búsqueda de la cooperación y el multilateralismo son, a mi entender, las principales características de una política exterior progresista. En el caso de la potencia hegemónica mundial como los EE.UU. con Biden, definir la política exterior exige definir la estrategia política y militar global.

Las principales características enumeradas en el párrafo anterior se perfilan en la estrategia política y militar con los aliados, La definición que haga Estados Unidos tiene repercusiones en la política exterior de los aliados. Podemos referirnos a la nueva estrategia militar y armamentística del canciller alemán Scholz, o a la actuación del Gobierno español con relación al Sahara y el norte de África, o en Latinoamérica. El tema se complica desde la invasión de Ucrania por parte de Putin; ahora hay que añadir el despliegue de China en torno a Taiwán. Este último afecta, sobre todo, a la alianza con los países del Pacífico: Japón y en particular a Australia. Tanto Moscú como Beijing se mueven hacia sistemas políticos más autoritarios. Los principios definidos arriba vienen matizados por lo que se ha denominado el “realismo progresista” que “permite” a EEUU no reconocer los tribunales internacionales; o definir a Rusia, en la cumbre de la OTAN en Madrid, cómo «amenaza directa y más significativa»; y, a China como un “desafío sistémico». Estados Unidos trata de evitar compromisos sobre el terreno, y de gran alcance, el mas claro ejemplo es la retirada de Afganistán; se trata de limitar la presencia sobre el terreno por los intereses propios nacionales. El papel militar global expansivo de los Estados Unidos le arrastra y desvincula de los intereses nacionales y genera una espiral viciosa interna. La limitación geopolítica de Estados Unidos reduciría tensiones internacionales. En suma, la definición de la política exterior progresista de los demócratas viene condicionada por sus intereses nacionales, la política militar y su financiación. Estados Unidos no puede fortalecer el Estado del bienestar en su propio país, sin reducir la financiación de la defensa de aliados y socios en Europa y Asia. Esa moderación, y el apoyo a los aliados lleva a chocar los puños con el príncipe saudí Mohamed bin Salmán, o a reanudar solapadamente las relaciones con Venezuela. Esta postura más templada de los progresistas gana fuerza en la medida que la guerra de Ucrania se prolonga.

La cooperación y la gobernanza global sobre los temas de interés planetario: el cambio climático, la pandemia, la proliferación nuclear, la lucha contra la desigualdad, la fiscalidad de las grandes empresas, la cooperación espacial o energética, se deciden entre esos principios y el “realismo político militar” que perfila muchos matices. Estos temas se abordaban de forma más eficaz en el G-8, antes de negar la invitación a Rusia; ahora se trasladan al G-20 donde la posibilidad de acuerdos es más difícil. Los acuerdos sobre los grandes temas globales serán dentro de los bloques de aliados y por lo tanto mucho más limitados.

Tras la injustificable invasión de Ucrania por parte de Putin, Alemania ha redefinido su política militar- y su estrategia- con un rearme importante, y una mayor exigencia del papel postnacional de la Unión Europea para lograr mayor autonomía e independencia en las relaciones con Rusia y Estados Unidos. La derecha extrema alemana, francesa o italiana muestran una mayor simpatía hacia Rusia y la izquierda (del partido Die Linke) alemana también. No se debe permitir que la agresión de Putin tenga éxito; pero tampoco se debe olvidar que Rusia es una potencia nuclear y la escalada es un riesgo cierto, Occidente «habiendo tomado la decisión de no intervenir en este conflicto como beligerante, existe un umbral de riesgo que impide un compromiso desenfrenado con el armamento de Ucrania (...) Porque Occidente en su decisión moralmente bien fundada de no participar en esta guerra, se ha atado las manos.” (Jürgen Habermas, citado por Adam Tooze en TheNew Statesman. (12-V-2022). Ucrania como Polonia, Hungría o los países bálticos buscan su consolidación como Estados-nación independientes, en el caso de Ucrania fuera del paraguas de la OTAN. Alemania y la UE no están en esa fase del estado-nación. Por eso no debe dejarse arrastrar en busca de una victoria sobre Rusia, que es inviable. La Unión Europea debe defender la Alianza Atlántica, el compromiso con las normas internacionales; y, por eso Ucrania no debe perder esta guerra y hay que favorecer el diálogo.

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