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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

No merita la pena

He pasado de cuestionarme el porqué no hay más galerías privadas de arte contemporáneo en Las Palmas de Gran Canaria, a preguntarme el por qué las tendría que haber.

El programa cultural de esta ciudad está organizado por el sector público, que es quien aporta los medios económicos necesarios para construir museos, teatros y otros espacios donde se desarrollan esas actividades, así como de la edición de libros y catálogos que conlleva.

La aparición de las galerías comerciales de arte contemporáneo es solo la consecuencia de la eficacia que tengan esas estructuras públicas a la hora de interesar a la ciudadanía en la adquisición de obras de arte.

Pero para llegar a ese equilibrio entre creación y consumo, se necesita de una larga y continuada labor de promoción por parte de la administración.

El interés por la creación artística no es algo que se pueda improvisar, sobre todo cuando se trata de arte contemporáneo, que necesita de educación y de unos conocimientos teóricos que solo se adquieren a base de tiempo, curiosidad e interés por una propuesta cultural que está siempre en evolución.

Mientras tanto, cualquier intento que se haga por crear un mercado de arte estable «no merita la pena», Gregorio, como se decía en los tiempos de nuestros abuelos. Es un esfuerzo económico y una dedicación que no se ve recompensada por medidas de apoyo ni normativas fiscales que la justifique, sino, más bien, todo lo contrario.

Pero ese es el precio que tenemos que pagar por tantos años de «paz y ciencia»: los casi cuarenta años de oscuridad y confusión que nos legó la dictadura franquista.

La cuestión es que no se trata de un problema local ni regional, sino que afecta a todo el país, por lo que habrá que esperar a que desaparezcan no solo las víctimas de esa época, sino también sus herederos.

En los años sesenta no había prácticamente nadie en España que hablara otro idioma que el español, lo cual dice mucho de la poca comunicación que teníamos con el resto del mundo.

Ahora tendremos que recuperar el tiempo perdido, pero no parece que nuestros responsables públicos estén por esa labor, y siguen buscando en el pasado en lugar de dedicarse al presente y con vistas al futuro.

Pero es el problema que tiene el mantener en puestos de influencia a antiguos cargos políticos, cuando deberíamos apartarlos de cualquier actividad o representación para dejar paso a las nuevas generaciones.

Esta es la lacra que arrastran sobre todo los políticos de izquierda, excargos que no quieren soltar el poder y que, por la edad, no les “merita” que cambie nada que, además, les obligue a volver a un trabajo que seguramente nunca han tenido. No pasa lo mismo con la derecha, que viene del mundo empresarial al que siempre pueden volver.

No te extrañe, entonces, que el PSOE esté pidiendo sueldos vitalicios para los expresidentes…

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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