Objetos mentales

Los necios salen al encuentro

Manifestación a las puertas del instituto Llobregat de Sallent.

Manifestación a las puertas del instituto Llobregat de Sallent. / Mireia Arso

Antonio Perdomo Betancor

Antonio Perdomo Betancor

Perseguidas por las hostilidades de su entorno y empujadas por la desesperación, o la depresión, o la angustia y el sufrimiento que sus colegas les causaban, las gemelas de Sallent se arrojaron al vacío. Por una ventana de un tercer piso. Una de ellas murió, la otra niña está grave. Por de pronto, habría que admitir que la especie humana, por decirlo simplificadamente, es una especie propensa a infligir daños y sufrimientos, por necedad unas veces, otras por divertimento, por maldad casi siempre.

El suceso arriba descrito forma parte de trastornos a los que con relativa frecuencia se enfrentan las personas en la vida y también, a veces, son consecuencias forzadas y fomentadas libre y deliberadamente por personas sin dignidad que campan por su irrespeto, sabedoras de su impunidad debido a la indiferencia administrativa y que, desde luego, por su conducta causan tragedias que son tragedias evitables si por propósito las autoridades se encomiendan a reprobar la violencia física y mental, principalmente porque las instituciones de poder y saber son sin excusas responsables. Las mismas instituciones y los propios individuos deben preguntarse por los motivos de su pasividad y negligencia, y si, en conciencia, han respondido como deben.

La naturaleza de ese fenómeno nos invita a calibrar que el acomodo en el mundo de la vida ofrece rechazo en el peor escenario y complicaciones siempre. Las causas de esa incomodidad son muchas porque las causas de las emociones también lo son, y porque en esta nuestra especie humana son más rápidas sus pulsiones y emociones que la razón. Estas pulsiones descarrilan el tren del bienestar y por consiguiente las cualidades y propiedades más deseadas y necesitadas como humanos. Una disonancia lingüística en el acento (como la del acento argentino de las gemelas de Sallent, o su preferencia de género) puede, en una sociedad dominada por instituciones de voluntad unidireccional, derivar y espolear conductas insensatas si son usadas dichas emociones sociales como marca negativa. Y para los portadores de esa marca lingüística o preferencia de género se les abre el infortunio en sus múltiples formas. Adquiere especial relieve en comunidades, como la catalana, que despliega una paleta variada de emociones de rechazo y negatividad en diversos frentes.

Las niñas de Sallent no pudieron alojarse en su comunidad. La comunidad política les impidió pensar su vida al gusto de su fértil disposición vital e inocente realidad. Probablemente lo intentaron la tira de veces, pero no hallaron espacio, ni realidad física, ni tampoco disposiciones mentales en las que reposar, de vacar en calma y sosiego. Fueron cerradas sus sendas en perfecta coincidencia con la estrechez mental de su comunidad. Ese horizonte pudo ser la señal definitiva. A partir de ese instante, otro espacio y otro tiempo acudieron a sus mentes. Ya estaban fuera del alcance de las gentes de Sallent, dejarían atrás las miserias de sus perseguidores o indiferentes, y de sus sueños mezquinos.

Puede decirse sin temor a equivocaciones que de las tres afluencias que se oponen al asentamiento y a la estancia humana en el mundo, la de la naturaleza es la única que carece de responsabilidad; las otras dos confluencias contraen en mayor o menor grado responsabilidades. Si aceptamos la exculpación de la naturaleza porque sus fuerzas se imponen inmisericordes y contra las que nada se puede, pese a los esfuerzos y proyectos meloriativos, no disculpamos las afluencias institucionales e individuales.

Estas otras dos afluencias pudieron y debieron intervenir en el caso de las gemelas de Sallent. No lo hicieron. Se despojaron de unos deberes que, con claridad, están bien definidos y señalados social y moralmente, y de los cuales anticipadamente se declararon liberados. Y es una responsabilidad de la que no pueden desprenderse, porque mediante su intervención pudieron haber evitado el suicidio, debido a que las gemelas de Sallent ya eran objeto de burlas en la sede de las propias instituciones que deberían haberlas reconocido, aceptado y defendido.

A la vista de lo cual, y por ello mismo, precisamente los elementos necesarios se confabularon. Porque, dónde estaba la sabiduría que las abandonó durante su recorrido en los quehaceres de sus vidas; a dónde se fueron las personas de juicio y saber que las debían orientar, a dónde la confianza que debían sustentarlas; a dónde la mano que las pusiera en pie cuando sus tropiezos.

Los seres humanos parecen poco predispuestos a concertar una estancia en su relación con otros humanos, aunque solo sea transitoriamente, conciliada y en paz. Parecen más inclinados a ofrecerles desafectos y dispuestos a conducirles a un extremo de padecimiento, a veces, inhumano.

No es cuento, ocurrió en Sallent, aunque sólo es un episodio más de la historia de la filogenia sapiens.

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