Punto de vista

Religión y verdad

Religión y verdad

Religión y verdad

Atilio González Hernández

Leí no hace mucho en La Provincia un artículo ameno que, con mucha ironía, trataba de la verdad y las religiones. Sostenía que una religión verdadera dejaría «lógicamente descatalogadas» a las otras religiones, aunque el autor no aportaba argumentos en apoyo de esa afirmación, que no es tan evidente como a primera vista parece.

Suponiendo que la palabra «descatalogada» pueda interpretarse como «anticuada y carente de vigencia» La frase citada significaría que si una religión fuera verdadera, por lógica binaria las demás carecerían de vigencia o validez. Pero ¿cómo se puede saber si una religión está o no «descatalogada»?. Aplicándolo a nuestro país, quizá se entienda como evidencia negativa que la religión católica tiene actualmente un seguimiento muy inferior al que tuvo hace un siglo: sólo una minoría de la población frecuenta las iglesias que en otro tiempo estaban llenas de fieles, los seminarios están casi vacíos y para una fracción significativa de la población lo religioso es sinónimo de atraso o superstición. En esta situación, cabe objetar que la validez de una religión no se demuestra por el número de los que la practican, y formular tres preguntas: ¿Viven mejor aquellos que han substituido la religión por creencias o aspiraciones no espirituales? ¿Por qué se ha producido ese cambio? ¿Se ha probado la falsedad de lo que antes era tenido como verdadero?.

Para contestar la primera de las tres preguntas anteriores, me refiero al suplemento de La Provincia del 25 de Marzo, donde aparece una entrevista que Juan Cruz realizó a Soledad Puértolas. A la pregunta sobre la causa del «horror vacui» en la vida cotidiana, responde la escritora y académica: «Pues…vivimos en el desconcierto total. Hay mucho escepticismo con las ideologías, desconfiamos muchísimo de todo, somos muy individualistas y estamos muy desvalidos. El sentido de comunidad parece bastante desvanecido.» Según ese diagnóstico, no parece que en la sociedad actual abunden los valores firmes que se necesitan para enfrentarse con el sufrimiento y el vacío existencial que acechan a todo ser humano.

Opino que la principal razón del cambio que viene experimentando la sociedad, no es otra que la substitución gradual del espiritualismo por el materialismo. El espiritualismo es la base de las grandes religiones; que comparten la creencia en un Ser de naturaleza espiritual, creador y proveedor del universo, que llamamos Dios. Por otra parte, el materialismo cree que la realidad está constituida por materia y que nada existe fuera de la materia y la energía. Para el materialista no hay más mundo que el mundo físico y el ser humano es solamente una máquina biológica compleja, causada por el azar. Si el materialismo contuviera la verdad, sería lógico que las religiones se fueran «descatalogando». En Internet puede encontrarse fácilmente un artículo mío titulado «Comentarios sobre la nueva fe del materialismo», que describe detalladamente las principales objeciones que pueden formularse al enfoque materialista y el carácter de fe que tienen sus propuestas.

¿Donde está pues la verdad?: ¿En el materialismo? ¿En mi religión? ¿En otras religiones?.

La experiencia nos enseña que aunque haya verdades sobre lo pequeño, sobre lo grande solo hay teorías. Se puede saber con certeza cuanto pesa un pan, o si es de noche o de día, pero la certeza se desvanece cuando tratamos de grandes cuestiones, como son el origen del cosmos, el nacimiento de la vida, la existencia de Dios, las manifestaciones de la divinidad o si hay vida o experiencia después de la muerte. En esos grandes temas y en muchos otros de gran calibre, las certezas se substituyen por hipótesis o teorías, cuya verdad —cuestión de fe— es tentativa y algunas veces pasajera. Nadie puede decir con propiedad que conoce las respuestas, sino que cree en tal o cual teoría.

Las grandes teorías suelen ser de una naturaleza tan general, que están muy distantes de los hechos que los humanos estamos en condiciones de comprobar: se puede decir entonces que dichas teorías trascienden la evidencia. Así pues, un ateo no podrá convencer a un teísta exclusivamente en base a hechos observables, ni viceversa, porque no encontrará hechos irrefutables que demuestren la falsedad de la creencia contraria y la verdad de la propia.

A las grandes incógnitas solo cabe aproximarse desde la fe. Otras personas tienen fe en el materialismo, mientras que yo tengo fe en el cristianismo que me enseñaron mis padres. Pero no voy a hacer aquí propaganda de mi fe. Sólo pedir que la respeten como yo respeto las distintas modalidades de fe a las que se acogen otras personas. Somos todos pasajeros de un mismo navío que atraviesa aguas procelosas y que en mi opinión tiene un destino determinado, aunque haya discrepancias radicales entre los pasajeros sobre cual dicho destino es.

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