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El cerebro dispone de una depuradora propia.Mohamed Hassan en Pixabay.

Objetos mentales

Antonio Perdomo Betancor

La caja negra de la conciencia

Puesto que la persona que dice tener la conciencia tranquila en ella misma radica esa conciencia tranquila y por ese mismo principio de residencia solo ella sabe de su propia conciencia

No es inusual oír en las declaraciones de personas imputadas por algún delito un escueto tengo la conciencia tranquila por toda respuesta. Por supuesto, es un prejuicio que hay que aceptar. Puesto que la persona que dice tener la conciencia tranquila en ella misma radica esa conciencia tranquila y por ese mismo principio de residencia sólo ella sabe de su propia conciencia. Si es así que atesora una conciencia tranquila o alterada, nunca lo sabremos. Al declarar el sujeto gozar de una conciencia tranquila no hay réplica posible. No al menos de forma contrastiva. Tras la pronunciación de esa frase se crea un abismo entre el interpelado y el interpelante. De hecho, es frecuente su uso como cortafuegos cuando alguna autoridad en el desempeño de sus responsabilidades públicas y, por supuesto, también otros en las responsabilidades privadas, a la vista de las acusaciones de los delitos que se le atribuyen, aluden a un escueto tengo la conciencia tranquila, por toda respuesta. Porque en un instante mágico esa alocución corta la prosecución de la comunicación y ese feliz instante le otorga un momento de respiro ante el foro. Pareciera, y de hecho lo es, que, por un feliz nanosegundo, fuese el bálsamo de Fierabrás la declaración de una conciencia tranquila. Aquel famoso ungüento que se aplicaba don Quijote de la Mancha contra magulladuras, golpes, manteos y trastornos diversos. La última mención respecto a este tipo de conciencia la he leído o escuchado en el caso de Tito Berni. Sea o no sea verdadera su declaración.

A primera vista, tener la conciencia tranquila supone un gran descanso interior. Por de pronto, crea un estado de suspensión de veracidad respecto de aquellos ilícitos de que se le acusa y por consiguiente el sujeto queda exculpado mental y transitoriamente. Por otro lado, la persona que dispone de una conciencia tranquila hemos de suponerle una categoría moral superior. Al disponer hipotéticamente de una conciencia así y de esa categoría moral dota al sujeto que se pronuncia de un estado de invulnerabilidad moral. Porque, en qué radica la terapéutica de su pronunciamiento. Aunque sea un tópico, el hecho de expresar tener la conciencia tranquila expele precisamente una exhibición de fortaleza moral incontestable que le expide el tribunal de esa misma conciencia a la que se refiere. En realidad, es un enunciado performativo por cuanto su sola pronunciación realiza el hecho, el juicio o prejuicio respecto a las dudas de su recta conducta quedan cancelados. Por su sola mención. Hay que admitir su efecto disuasorio, especialmente porque resulta de todo punto de improbable cotejo.

Ante la alta improbabilidad de despejar dudas de su veracidad radica su perfección. Es así porque, de facto, su indemostrabilidad es un prejuicio al que obliga el estado de ignorancia del conocimiento de la ciencia relativa a la conciencia. Contemplado la creciente escalada de la corrupción institucional y pecuniaria en España, la expresión «tengo la conciencia tranquila» actúa a modo de una caja negra. Y que es la incapacidad prejuicial, por carecer de medios técnicos precisos con los que sacar a la luz la incomprensibilidad del fenómeno, de lo que ocurre en esa caja, a la que denominan negra porque lo que ocurre en su interior no es transparente y nada se sabe de su proceso. Así que permite a alguien decir que tiene la conciencia tranquila, aunque no la tenga, de aquello que se le acusa, o pueda remitirse a su conciencia para rebatir aquellos argumentos que le implican en haber hecho, por ejemplo, riqueza propia del bien común sin aporte alguno de pruebas. Es una argucia que permite la ignorancia de la ciencia.

Una ciencia de la conciencia más avanzada evitaría la trampa de la caja negra de la conciencia y es por la que se alude a ella siempre como sortilegio. El ingenio consiste en un metafórico e hipotético receptáculo donde es imposible saber qué ocurre. Justo lo opuesto a una caja transparente donde es posible chequear continuamente el proceso de observación. En una caja transparente el proceso se verifica paso a paso, con pelos y señales. Sin que nada escape a la observación y por consiguiente es de absoluta comprensión. Cuando esta expresión que alude a una conciencia tranquila es escuchada de la voz de un representante político (aunque no debiera ser así), más bien parece un escarnio, una profunda burla, un desprecio intolerable a las personas. La usan como la habitación oscura que los blinda de la responsabilidad debida.

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