Retiro lo escrito

La hecatombe silenciosa

Lágrimas de alegría en Sumar por el escaño de Noemí Santana.

Lágrimas de alegría en Sumar por el escaño de Noemí Santana. / LP/DLP

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

No deja de tener cierta triste gracia que Noemí Santana haya sido elegida para un escaño en el Congreso de los Diputados y Alberto Rodríguez no lo haya conseguido. Porque Drago fue uno de los partidos fundadores de Sumar, un socio de primerísima hora en esa confederación de partidos impulsada y encabezada por Yolanda Díaz, mientras que Santana llegó después, al rebufo del acuerdo de ultimísima hora cerrado entre el yolandismo y Podemos. Santana llegó después, igualmente, de los catastróficos resultados de Podemos en las elecciones autonómicas y locales de mayo. Fueron barridos del parlamento, de los cabildos y de la gran mayoría de los municipios. Esta hecatombe no mereció ninguna explicación por parte de la dirección de Podemos. La misma coordinadora general, Laura Fuentes, guardó un silencio sonriente y dijo que había que tirar para delante. Cuando se confirmó que Santana conseguía el escaño los siete enanitos de Blancanieves se pusieron a bailar en la sede de Las Palmas de Gran Canaria. Son necesarias unas reservas de cinismo inagotables para pegar esos saltitos de alegría. Tal vez sea un error considerar políticamente la escena. Simplemente eran unos cuantos colegachos felicitando a una amiga por ganar un sueldo nescafé durante (con suerte) los próximos cuatro años.

Demasiada desfachatez. Demasiado hediondo desprecio no solo hacia los que fueron sus electores, sino hacia la escasa militancia que les va quedando. Por enésima vez la izquierda a la izquierda del PSOE se desploma en Canarias, pero con una diferencia: en esta ocasión habían gobernado. Había gestionado presupuestos públicos, diseñado e impulsado proyectos, contratado a cientos de personas, expandido una retórica propia (bastante inepta, pero más o menos propia). Se habían corresponsabilizado de gobiernos presididos por los socialistas, a veces, incluso, sin integrarse en los mismos. Santana dirigía una consejería con un presupuesto que superaba los 578 millones de euros: un incremento de nada menos que el 20% sobre el año 2022. Esa es la diferencia: que, pese a la gestión pública y a la proyección de sus discursos e imágenes a través de los medios de comunicación, Podemos ha naufragado en lo que ya era un vaso de agua. La diferencia es que desde el poder no han sido capaces de generar una diferencia. En 2015 Podemos cosechó 132.157 votos y siete diputados. En 2019 unos 78.000 votos y cuatro diputados. El pasado mayo cayeron a 34.500 votos y quedaron por debajo del 4% de los sufragios emitidos. Si consideramos la abstención registrada en las autonómicas, solo un 1,3% de los ciudadanos canarios con derecho a voto depositó la papeleta de Podemos en las urnas.

Y ni una palabra de análisis, de debate, de diagnóstico político en el seno del partido. Si el partido es tuyo, como un bolso Chanel o un chalet en Playa del Hombre, ¿para qué hablar? ¿Tú le hablas a tu chalet? Por supuesto, igual que ocurrió en el PSOE, la precipitada convocatoria electoral fue una excusa perfecta para evitar ese engorro de las primarias, es decir, la comedieta tramposa que ofrece a los militantes zombificados la ilusión de pintar algo en los procesos de selección. Ángel Víctor Torres designó a Dolores Corujo y a Héctor Gómez como cabezas de lista, y Noemí Santana designó a Noemí Santana, si bien contó con el apoyo entusiasta de sus adoratrices y la muy poquita gente que sigue liberada, aunque pronto deambularán por el Servicio Canario de Empleo. Es todo de un patetismo grimoso y desvergonzado. Pedirle a Laura Fuentes lo que cualquier militante exigiría en estas circunstancias –un congreso extraordinario– casi no tiene sentido. Básicamente porque apenas queda ya partido al que convocar ordinaria o extraordinariamente. Y de Alberto Rodríguez qué quieren que les cuente. Un caso agudo de oportunismo fallido. Su regreso triunfal a Madrid se deshace como una mota de polvo en el aire. Porque Rodríguez era y es un soberanista ahíto de patriotismo revolucionario que anhela fervorosamente volver a Madrid, Madrid, Madrid.

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