A la intemperie

Defectos creativos

Juan Jose Millás

Escribir consiste, en cierto modo, en pasar a limpio la realidad. O en intentarlo al menos. No sé si en el bachillerato o en la universidad se siguen pasando a limpio los apuntes, ni siquiera sé si existen todavía los apuntes, que se tomaban corriendo, sin cuidar la letra, la puntuación ni la sintaxis. Con frecuencia, faltaban verbos, conjunciones, signos de interrogación, acentos. Más tarde, en casa, se tomaba aquel borrador, se descifraba, y poco a poco se articulaban y desarrollaban las ideas expuestas en aquella especie de taquigrafía demente. La realidad, en general, es una locura hasta que la escribes. Por eso hay en el mundo varios libros sobre cada realidad, porque no solo se comprende al escribirla, sino al leerla también. No entendí lo que había ocurrido la noche del 23 J hasta que al día siguiente leí tres o cuatro editoriales sobre el tema.

Dios no construyó el mundo, sino un borrador del mundo. Luego le dio pereza pasarlo a limpio, y a esto es a lo que se dedican mayormente los novelistas, a poner un poco de orden en ese caos fundacional. Creo recordar que Historia de un deicidio, el libro de Vargas Llosa sobre García Márquez, trataba precisamente de cómo los autores de ficción suplantan al Todopoderoso para crear una realidad como Dios manda, valga la paradoja (signifique lo que signifique paradoja). A veces, los borradores no se hacen por pereza o por prisa, sino por incapacidad o desconocimiento. Yo, aficionado como soy a la carpintería, intenté construir un escritorio del siglo XIX, pero me salió uno del XVIII, bueno, ya quisiera, es una broma. No me salió nada reconocible de siglo alguno.

Observadas con perspectiva, todas las vidas tienen algo de apunte apresurado. Tendríamos que vivir una segunda para pasar a limpio la primera. He dicho una segunda, pero podría ser una tercera o una cuarta porque no aprendemos. Hay novelas de las que uno no queda satisfecho hasta la versión quinta. Y ni siquiera entonces, porque la reescritura excesiva conlleva sus peligros también: el de la perfección boba, el de la falta de espontaneidad, etc. A veces, en el defecto se encuentra la virtud, pero no es fácil dar con ese defecto creativo.

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