Risas y fiestas

Mi madre y BTS

Mi madre y BTS

Mi madre y BTS

Aida González Rossi

Aida González Rossi

Mi madre es maestra y le encanta BTS, un grupo de pop coreano que está muy de moda entre su alumnado. Estas dos cuestiones, creo, tienen una correlación muy estrecha, y siempre me he fijado con mucha admiración en el lazo que las une: mi madre es capaz de entender aquello que te emociona de algo que está diluido en la sangre de tu generación, que te recuerda a tus momentos botada en la cama mirando el techo y escuchando una música que jamás volverás a escuchar en esas condiciones, con la carne tan blandita, con la raya del ojo pintada por abajo porque así se es más emo y así se sufre con más intención. Mi madre es capaz de comprender lo que le es ajeno como si fuera suyo, sin juzgarlo y aprendiendo de ello con entusiasmo.

Yo recuerdo ver todas las películas de Crepúsculo en el cine con mi madre. No las estaba viendo con alguien que dijera pff y me acompañara a regañadientes y me observara con la condescendencia propia de adivinar esa capa de brillo pero no ser capaz de experimentarla y entonces denostarla: mi madre y yo nos sentábamos nerviosas en las butacas y nos dábamos codazos cuando pasaban cosas que en los libros nos habían fascinado. Recuerdo a mi madre enviciándose a un juego de Nemo de mi Nintendo, y yo tan pequeña mami déjame la Nintendo por favor, y ella préstamela otro ratito, Aidita, que me está sabiendo mucho. Recuerdo a mi madre entendiendo mis modas y dejándome ser lo que en ese momento me tocaba, ayudándome a plancharme el flequillo ese horroroso que tenía, viendo k-dramas con mi hermana sin ninguna reticencia a entrar en algo que en un principio no sabía entender del todo. La recuerdo hablando con sus alumnas pequeñas, de primaria, sobre BTS en igualdad de condiciones: ellas no teniendo que traducir sus chillidos fangirls delante de mi madre. Sobre todo recuerdo a mi madre escuchándome, teniendo en cuenta mi opinión.

Pienso en mi madre y me imagino una ventana abierta para que entre el fresco, miedo ninguno a que el fresco arrastre olores rancios, o a lo mejor olores buenísimos, la panadería de abajo sudando y todo para dentro, pienso en mi madre como en alguien que confía en el aire. En las cosas que cambian y en que desde dentro de las casas no se sabe con exactitud qué es lo que hay fuera. Sus alumnas no solo aprenden de ella: ella asume la necesidad que tienen de sus enseñanzas y no la hace competir con la necesidad que tiene ella de aprender de las niñas. Sí, necesidad, porque la cara de disfrute de mi madre al escuchar discos de BTS o jugar a Nemo me demuestra que necesitaba para vivir mejor esa ráfaga de ay qué frío repentino no me pongo la rebeca no no no.

Esto que hace mi madre yo lo entiendo como un diálogo. Ella permite que las personas más jóvenes le hablen. Desde que yo era niña solemos conversar sobre nuestros gustos, ella me explica qué cosas pertenecen al pum pum de su generación y yo le explico las mías, y así he acabado yo apropiándome, por ejemplo, de Mecano, porque he crecido con alguien que ha tenido la generosidad de dejarme ver su griterío postadolescente y de contarme qué se siente cuando se coloca una en ese lugar del mundo y del tiempo, anterior a mi nacimiento, anterior a mis sentimientos o pensamientos o a mis engrifamientos con mis propias cosas que gracias a ella entiendo que cumplen una función importantísima en mi vida y en el mundo.

Con esto quiero decir: mi madre no solo se abre a las canciones o al cine. Mi madre aprende palabras nuevas, las utiliza, desmonta formas de pensar que podría mantener, claro, como si lo único existente en el mundo fuera Mecano y todavía no existiera BTS. Mi madre confía en los tiempos que evolucionan y en lo nuevo que se reflexiona y cambia y en lo que tiene que decir la gente a la que no siempre se escucha. Si lo dice una niña, si lo digo yo, si lo dice un libro que no se creía del todo pero bueno, se lo leyó: dialoga y no silencia. Se sale de sí misma y disfruta de ello.

Ella podría anclarse en en mi juventud esto era lo que se escuchaba, pero no lo hace. Podría gritar esto que pienso es inamovible porque yo he vivido más, pero no lo hace. Gracias a adultas como mi madre, las niñas pueden ser libres y construir sus mundos. Compartirlos y no vivirlos en secreto o contra mil obstáculos añadidos. Mi madre está orgullosa de que le guste BTS y yo lo estoy también. Las herencias, para ella, son bidireccionales.

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