Mirando despacio

¿Cuál es tu IKigai?

Si hablamos de Japón nos viene a la mente la gastronomía japonesa, nos viene a la mente el restaurante Fuji, primer restaurante japonés de Europa ubicado en Las Palmas de Gran Canaria. Asociamos Japón a una alta economía, a una exquisita riqueza cultural, un país a la cabeza de la tecnología y de la esperanza de vida. Quizá nos sorprenda que también ocupe uno de los primeros puestos de los llamados “países avanzados” con mayor tasa de suicidios del mundo.

Japón está de moda… los mangas, los animes y los videojuegos hacen las delicias de los más jóvenes. El estilo Otaku a la hora de vestir también ha sido adoptado por numerosos jóvenes adictos a personajes de ese arte literario japonés. Además en los últimos años una avalancha de palabras japonesas con difícil traducción a nuestro idioma ha llegado para quedarse. Palabras fascinantes que se refieren a sentimientos que se acercan a la filosofía zen. Palabras que incitan a la quietud de la mente, al orden y a la armonía. Poco a poco estas palabras se van introduciendo en nuestro vocabulario y el “japonismo” indica, de alguna manera, estar a la vanguardia relacionándonos con una de las culturas más evolucionadas de nuestro planeta.

Busca tu Ikigai nos aconsejan los coaches con mayor poder mediático…un concepto tan complicado como sencillo. Ikigai hace referencia a nuestra razón para existir, al sentido que le damos a nuestra vida. Cuando la comida escaseaba y las necesidades básicas apenas se cubrían…todo el mundo conocía su Ikigai aunque no supiera una palabra de japonés. En la actualidad, millones de personas se acomodan en la insatisfacción y la desidia, ni tan siquiera se plantean cuál es su misión en este mundo. Está claro que todos tenemos una pasión y una vocación, si coinciden y hacemos de ellas nuestra profesión habremos hecho “match”. Desde luego que para llegar a gritar EUREKA deberíamos dedicar una parte de nuestro tiempo a bucear en nuestro interior: ¿dónde me siento motivado? ¿qué actividades me ofrecen retos a la vez que tranquilidad? ¿a qué dedicaría mi vida si no tuviese necesidad de un salario?

Algo más profundo y también desde Japón aterriza el concepto “wabi-sabi”, apto para todo tipo de público, alude a la búsqueda de la belleza dentro de las imperfecciones de la vida o dicho de otra manera; todo es perfecto tal cual ocurre. Quizá el término, al menos a mi manera de interpretar, no se relacione con conformismo sino más bien con resiliencia; encontrar el aprendizaje y la superación dentro de la adversidad.

Los japoneses adoran la naturaleza y hasta aquí nos llega el “Shirin- yoku”; el arte japonés de conectar con la naturaleza. En Japón el bosque no es sólo un lugar donde oxigenarse y admirar la belleza, representa un lugar sagrado donde a través del baño forestal se logra experimentar incluso la espiritualidad.

Todos recordaremos a Marie Kondo que se convirtió en la gurú del orden en todo el planeta. Tal y como propone la reina de esta disciplina, me parece perfecto comenzar a deshacernos de los objetos que no nos aportan felicidad, de todos aquellos que resultan totalmente prescindibles. Es cierto que los hogares japoneses se muestran minimalistas, hogares que guardan un equilibrio delicioso entre los objetos y el espacio. El concepto “Tokimeku” trasciende más allá de encontrar la felicidad organizando los hogares, se trata también de encontrar la armonía en todos los ámbitos de nuestra vida…

Desde luego al analizar algunas de estas bellas palabras que nos llegan desde nuestro querido país oriental me produce cierto asombro el alto índice de infelicidad que padecen muchos de los habitantes japoneses. Una contradicción evidente del país icono del orden, la naturaleza y la belleza. Investigo algo más y no encuentro palabras que se refieran al arte de tocarse, de comunicarse con abrazos, de sentirse los unos a los otros. En Japón no existe el saludo con besos y abrazos, los japoneses no se tocan. El tacto queda relegado a la más estricta intimidad. El abrazo, como sabemos, segrega oxitocina y libera serotonina y dopamina; las hormonas encargadas de proporcionarnos placer y buen humor. Sin embargo, los japoneses adoran las personas que dominan “el arte del vientre” o el arte de leer las señales no verbales y el lenguaje corporal…técnica que les ayuda a evitar todo tipo de conflictos. Incapaces de expresar por medio de palabras sus emociones, en Japón se hace necesario ser un especialista a la hora de utilizar este código. A las personas que no se adaptan a esta forma de relación se las denomina Kuki yomenai, dicho de otra manera; personas que no saben “leer el aire”.

En Japón las jornadas laborales suelen prolongarse más allá de las 8 horas reglamentarias y encuentro, entre otras, dos palabras que es posible que impulsen a sus habitantes a trabajar más de la cuenta. Ganburu implica esfuerzo, realizar cualquier actividad a base de trabajo duro. Akagore equivale al anhelo de parecerse a otra persona; aspirar a ser como el otro. Quizá la sociedad japonesa contemple más a la comunidad que al individuo, de alguna manera se inculca una actitud de servicio hacia los demás que se inyecta en los pequeños cerebros desde la más tierna infancia. Palabras que indican superación, intentar llegar a lo más alto…y que, en mi opinión, pueden presionar demasiado a la población, sobre todo a los más jóvenes. En los últimos años surge el término Hikikomori para referirse a personas, sobre todo adolescentes, que se aíslan en sus cuartos durante meses o incluso años. Es posible que uno de los motivos de este fenómeno radique en no encontrarse a la altura de las expectativas de los otros; manifestación que sugiere sin duda una baja autoestima.

En España acogemos esta cultura milenaria con los brazos abiertos; nos impresiona su mesura, nos emociona su respeto por la naturaleza, su admiración por las tradiciones, el sushi…por supuesto. Me quedo con todo ello; valoro el silencio de sus restaurantes, los cerezos en flor, la ceremonia del té y me quedo también con los abrazos de mis gentes, con permitirme poder expresar mi espontaneidad con palabras y con todo mi cuerpo. Es posible que ese sea mi Ikigai, el impulso para levantarme cada mañana: rodearme de cariño e intentar estar a gusto con lo que hago y con lo que soy. Quizá a la hora de hablar de IKigai, sea necesario comenzar a sustituir la palabra esfuerzo por la palabra entusiasmo, la palabra expectativa por la palabra ilusión y la palabra futuro por nuestro querido presente.

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