Retiro lo escrito

Sandwich mixto de nada

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Sinceramente no alcanzo a entender la trascendencia de la Comisión Mixta de Insularidad, creada por fin ayer en las Cortes con el senador socialista José Antonio Valbuena. Todas las fuerzas parlamentarias apoyaron la nueva comisión, salvo Vox, que se dedicó a babosear sus habituales necedades. Pedro San Ginés, estrella errante y senador autonómico de Coalición Canaria, insistió en la gran importancia del organismo legislativo «para logar defender los intereses específicos de Canarias en el conjunto del Estado». Todos los participantes soltaron algo más o menos parecidos. Pero, tal y como era de esperar, no concretaron cómo se articulará esa valerosa defensa y sus alegres frutos. Al parecer se trata de una comisión permanente, aunque escuchando el discurso inicial de Valbuena caben ciertas dudas: si la comisión tiene utilidad seguirá adelante; si no es así, presumiblemente, resultará abolida. ¿Y qué hará la comisión mixta? Pues debatir sobre los problemas propios de la condición insular desde un punto de vista institucional, económico o social, supuestamente para llegar a acuerdos entre todos los partidos representados en la misma. Pero, ¿no es eso lo que se hace en otras comisiones y en las sesiones plenarias de ambas cámaras?

La Comisión Mixta de Insularidad llega en un mal momento para las Cortes españolas. En la práctica estamos asistiendo a una desparlamentarización del régimen político español (recuerdo a Ferrajoli, a Offe y a otros juristas y politólogos prever esta situación en Europa hace medio siglo). Primero la ciudadanía empieza a dejar de serlo al endosar su capital político a la representación parlamentaria. La representación política pasa entonces de la deliberación en las asambleas a la subordinación al poder ejecutivo y se limita cada vez más a ratificar los acuerdos y decisiones del Gobierno y su aparato burocrático. A partir de la crisis de la pandemia del covid este camino ha quedado expedito y los gobiernos de Pedro Sánchez los han transitado a creciente velocidad. Entre junio de 2018 a mayo de 2023 el presidente aprobó 138 decretos leyes. Desde entonces hasta hoy varios más. Los socialistas han sorteado así el debate político que pudiera ser incómodo con la oposición o incluso con algunos de sus socios. Se somete a votación el decreto y punto, sin tolerar el posicionamiento de la oposición ni ningún trámite de enmiendas. Ocurrió eso hasta con la reforma laboral, ese éxito prodigioso de Yolanda Díaz, y con muchos otros asuntos cualitativamente relevantes. En las Cortes ya no se analizan y debaten propuestas legislativas ni apenas existe ocasión puntual para fiscalizar al Ejecutivo: se escenifican estrategias propagandísticas, con el Gobierno y a sus aliados dedicados intensa y sistemáticamente a deslegitimar a la oposición, cuando no a despreciar y ridiculizar cualquier voz crítica. Que Isabel Díaz Ayuso haga pueriles juegos de palabras con la fruta es un ataque grosero y miserable contra el jefe de Gobierno. Que Sánchez mienta como quien eructa y se carcajee chulescamente del jefe de la oposición en la tribuna de oradores una prueba más de su brillantez política y su liderazgo carismático.

Verán, en el Congreso de los Diputados –por hablar solo de las últimas semanas -- no se ha debatido ni sobre la participación de España en una misión militar en el mar Rojo, ni sobre la política migratoria o las opciones que estudiaba Bruselas para terminar vomitando esos cinco reglamentos de vergüenza, ni sobre la amnistía que se pretende conceder a centenares de personas – incluido Carles Puigdemont, fugado de la justicia española – que impulsaron una asonada para conculcar la Constitución y el Estatuto de Autonomía de Cataluña en 2017 , ni sobre la decisión de adquirir el 10% del accionariado de Telefónica. Permítanme, por tanto, mostrar mi escepticismo sobre que se hable en las Cortes de los problemas estratégicos de mi país y que se consigan consensos útiles en una comisión que operará –y ya veremos – en un espacio político extraordinariamente polarizado y enrarecido. En la foto, eso sí, todos salen muy bien. Valbuena incluso parece más delgado y todo.

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