El lápiz de la luna

18 grados

Elizabeth López Caballero

Elizabeth López Caballero

Hay restaurantes a los que uno va porque la comida es deliciosa. Otros a los que va porque el trato del personal es exquisito, pero la comida no tan buena. Y luego están esos que se convierten en hogar porque tienen ambos ingredientes: calidad tanto en el trato humano como en el gastronómico. Escribo este artículo para contarles una experiencia que empezó como un drama, pero acabó con un final feliz, un poco al estilo de las películas de Navidad de Netflix. Hace unas semanas intenté reservar en un exquisito restaurante de comida sin gluten que antes estaba en la calle Mendizábal y no pude hacerlo porque Google indicaba que estaba «temporalmente cerrado». Como comprenderán para mí fue toda una tragedia. ¿Dónde podría comer croquetas sin gluten que estuvieran más buenas que las croquetas con gluten? ¿Y el pan con almogrote? ¿Y la fajita? ¿Y el wok de atún? ¿Y el crepe con Nutella? A la tristeza alimenticia se le sumó la social, pues para el grupo de amigos que nos hacemos llamar «Finde», era uno de los lugares de encuentro mensual en el que quedábamos para disfrutar del pan y de la amistad y no porque todos fueran celiacos, sino porque como ya dije, la comida –y en este caso el trato– iban de la mano. Este restaurante se llama 18 grados y para beneficio de todos los sibaritas, no cerró. Solo estaba de traspaso. Ahora podrán encontrarlo en la calle Covadonga, nº 2 (La Cícer) y su dueño sigue siendo Carlos, que hará que rápidamente llames a su pequeño refugio «hogar» por la complicidad que tiene con sus clientes. Por ejemplo, tan solo verme entrar por la puerta ya supe, sin mediar palabra ninguno de los dos, que me guardaría un crepe de Nutella para el postre y que ese no se iba a compartir. Así como mis amigos no necesitarían pedir la carta de vinos, porque él ya sabe que el «Care» será la elección. Además, Carlos ameniza la velada con su broma de «ese plato sí llevaba gluten» cuando lo he rebañado hasta llevarme la flor tallada de la cerámica. La víspera de Reyes estuvimos allí hasta las tantas comiendo, contando anécdotas, riendo y disfrutando de los amigos –y del amor– que sin duda es uno de los mejores regalos que nos da la vida. Pasen y prueben el 18 grados, quedarán encantados con los enyesques y con su dueño. Gracias, Carlos, por tratarnos siempre tan bien, como dijimos en nuestro último encuentro, te nombramos «embajador de los celiacos».

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