Venecia y su desorden inalcanzable

Venecia (Italia).

Venecia (Italia). / CHAPKA

Ángela labordeta

Venecia en sí misma es inspiradora, una tentación y un lugar marcado por el cine y por la literatura, ya que en ella todo cuenta historias que son ensoñaciones e historias sobre el amor y la desolación, como aquella onírica y perturbadora Muerte en Venecia, de Thomas Mann y dirigida por Luchino Visconti y que nos conmovía, mientras Venecia envolvía a Gustav von Achenbach hasta la muerte porque «quienquiera que haya contemplado la belleza con sus ojos quedará condenado a seducirla y a satisfacer el ansia de poseerla, y, si no fuera así, su condena sería morir»; o esa otra hermosísima cinta Al otro lado del río y entre los árboles, que Paula Ortiz estrenó en marzo de 2022 y donde la laguna encierra todo el desorden de las cosas inalcanzables.

Creo que la primera vez que vi Muerte en Venecia supe que el día que pisara esa ciudad todo lo que en ella hay de letargo y sueño envenenado me conmovería, y en estos días Venecia es todos los lugares a los que una quiere llegar, de los que desea huir y a los que siempre quiere volver. Dicen que no deberíamos morir sin ver Brujas, y añado que tampoco deberíamos hacerlo sin visitar Venecia, pero no por su piazza de San Marcos y su basílica, obra maestra de la arquitectura bizantina, o por su teatro de la Fenice, ni por su puente de Rialto, ni por todo lo que en ella hay de arquitectura gótica inigualable y hermosísima, tampoco por su Cannaregio vital y seductor o por su Dorsoduro misterioso y fugaz; la verdad es que no deberíamos morir sin ver Venecia porque nada te arrastra hacia el abismo como esa laguna que separa el mundo de los vivos del de los muertos y se estrecha en un ángulo inigualable con ese gran canal, que es el lugar donde descansan todos los deseos y donde se desvisten los fantasmas y se endulzan nuestras pequeñas miserias.

En la piazza de San Marcos existe un reloj que es vestigio del tiempo que no vemos, porque solo nos habla del pasado o del futuro y nunca marca el presente, como si este no existiera o no debiera existir para que Venecia siga su viaje inestable sobre las aguas que reflejan todo su dolor y su belleza. Hay un rumor continuo en esta ciudad que se mece sobre las aguas y se extiende como una calumnia sobre los ojos que la miran sin saber qué ver ni cómo saberla o pensarla, porque asusta igual que enamora, y de la misma forma que quieres huir de su embrujo, quieres que te encierre con un: ¿stai bene?, que es un abrigo y un desabrigo en el lugar donde se columpian todos los suspiros.