Retiro lo escrito

Canonizar a Puigdemont

José Luis Rodríguez Zapatero, el único presidente – por poner un ejemplo –que ha congelado las pensiones en este país, es ahora una suerte de pin up electoral del PSOE, el recurso de todas las campañas y de los principales mítines, la referencia moral, como diría Maduro

Carles Puigdemont.

Carles Puigdemont. / / EUROPA PRESS - ARCHIVO

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Hace mucho, mucho tiempo, concluí que José Luis Rodríguez Zapatero es un sinvergüenza. Lo definitivo ha sido verlo y escucharlo defender el sistema político bolivariano como «una democracia»: ese sórdido, nauseabundo papel de cursi maquillador de una dictadura que mata, secuestra, tortura y además ha arruinado a un país con pasmosos recursos naturales a lo largo de un cuarto de siglo de cleptomanía. Porque Nicolás Maduro ya lleva en el poder más tiempo que el que estuvo Hugo Chávez. Del enriquecimiento de familiares del embajador en Venezuela que nombró y sus negocios con los capos del régimen Rodríguez Zapatero no abre el pico. Hay que tener las entrañas muy podridas para hospedarte en el Tamanaco a cuenta del Gobierno de Caracas, el mismo gobierno que mientras el expresidente español toma su desayuno francés continua arrancando las uñas y dejando tuertos a patadas en El Helicoide, el centro carcelario especialmente diseñado para los opositores, y que Maduro, en más de una ocasión ha calificado como «una referencia moral de su régimen».

Este expresidente, que incumplió escrupulosamente sus compromisos electorales, el único presidente – por poner un ejemplo – que ha congelado las pensiones en este país, es ahora una suerte de pin up electoral del PSOE, el recurso de todas las campañas y de los principales mítines, la referencia moral, como diría Maduro, del PSOE luchando por la supervivencia de Pedro Sánchez en el poder. Ahora ese extraordinario humorista – solo un humorista podría escribir un librito sobre Borges sin haberlo entendido, bueno, un humorista y un extraordinario petulante –de campaña por Galicia, donde el PSOE se hunde en todas las encuestas, ha dicho que el PP terminará por canonizar a Carles Puigdemont. Es su réplica a unas declaraciones off de record de Alberto Ñuñez Feijoo, en las que repitió que tuvo contactos con Junts per Catalunya y examinó durante 24 horas la exigencia de una amnistía, que obviamente rechazó.

Eso es todo. Un candidato presidencial que gana las elecciones y que explora la posibilidad de acuerdos para una investidura factible que conversa – porque ni siquiera se llegó a negociar nada – con varias fuerzas políticas, incluida JxC, y comprueba rápidamente que no es posible ningún pacto con la derecha secesionista catalana, por lo que lo descarta. Este asunto es convertido es un escándalo risible o aterrador por el Gobierno, sus comparsas y la escudería mediática psocialista. Sánchez y sus zapateros han demostrado en el último medio año que son capaces de cualquier trapicheo para retener el Gobierno de España. Son seis meses inolvidables en los que, entre otros espectáculos, hemos podido disfrutar de la redacción de una amnistía coescrita por los mismos beneficiarios de la misma que, por cierto, ha expresado una y otro vez que se lanzarán hacia la otra declaración de independencia. Antes, con propósitos muy similares, se reformó el código penal y se procedió a un conjunto de indultos selectivos. Pero no es suficiente y los bolaños siguen tejiendo y destejiendo el texto de la amnistía para que sea imposible, absolutamente imposible, que Puigdemont corra el riesgo de ser procesado o encarcelado cuando vuelva a España. El mismo Puigdemont que el Parlamento europeo ha pedido que se investigue por sus hipotéticos vínculos con Vladimir Putin.

Es una operación impresionante. Es, exactamente, revertir lo que ha ocurrido. Quien ha santificado a Puigdemont ha sido el PSOE, cuyo secretario de Organización se ha trasladado una y otra vez a Bruselas para negociar con un prófugo de la justicia española. Porque ha sido el PSOE quien ha concedido al líder de JxC el poder de vida o muerte de esta cojitranca y mercachifle legislatura. Y todavía hay que escuchar a este tonto solemne, engreído y falsario sus groseras manipulaciones día a día, mitin a mitin, desvergüenza tras desvergüenza.

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