Reseteando

El caso Pepe Benavente

Resulta obvio que no estamos ante un intelectual ni un compositor atormentado, ni tampoco ante un dechado de sensibilidad capaz de dividir entre la palabra gruesa y el verbo contenido

Javier Durán

Javier Durán

No me voy a lanzar a degüello contra Pepe Benavente, muestra inequívoca del entretenimiento de esa masa de canarios que están en lista de espera para una operación, que aspiran a una vivienda social, que viven con algo más (no mucho más) de 400 euros, que están pendientes de la Dependencia, que comen con la pensión de los abuelos, que sufren cortes de luz por impago, que están a punto de la notificación para el desahucio de su casa... En fin, los asuntos clásicos de la manida desestructuración social isleña.

Hace unos días se equivocó con una incorrección en el contexto de la fiesta carnavalera: «El carnaval de Canarias es lo más grande que tenemos en el mundo entero, por eso les digo vengan para acá, pero que no vengan en patera, vengan en avión», declaró en un programa de la Televisión Canaria. La reacción en las redes sociales no se hizo esperar. Pepe Benavente sufrió su dosis de escarnio: «Se nos ha caído total», «tienes la cabeza hueca», «si hubiera un premio en el Carnaval de Gran Cuñao, se lo hubiera llevado él».

Resulta obvio que no estamos ante un intelectual ni un compositor atormentado, ni tampoco ante un dechado de sensibilidad capaz de dividir entre la palabra gruesa y el verbo contenido. Para nada. Pero así y todo, sabiendo de estas flojedades, se puso su testuz en la punta de la picota, siendo castigado como si hubiese sido el mismo Houellebecq el profanador. Era ni más ni menos que Pepe Benavente.

Reconozcamos su poderío por esos escenarios barriales, pero en modo alguno, aunque nunca se sabe, ninguno que lo convierta en estimulante para un toma y daca en los flujos digitales con la migración de fondo. Pero en ese ámbito uno no es nadie. Resulta más interesante el fenómeno de cómo gracias a su versión de Quédate, de Quevedo, Benavente empieza a ganar puntos (aunque sólo sea por friki) lejos de sus auditorios tradicionales con la incorporación a festivales en los que hasta el otro día era un paria. Si esta tendencia se confirma, saltan por los aires los diagnósticos. Que cada uno saque conclusiones.

Suscríbete para seguir leyendo