Opinión | Volando bajito

La grandeza de Bayona

A principio de los setenta, el libro ¡Viven! cayó en mis manos y ahora, cuando José A. Bayona ha recuperado de manera magistral esa tragedia, también los viejos lectores hemos recuperado la emoción de la primera lectura

El realizador Juan Antonio Bayona posa con el premio Goya a Mejor Dirección por 'La Sociedad de la Nieve', durante la gala de la 38 edición de los Premios Goya, en el Auditorio Feria de Valladolid.

El realizador Juan Antonio Bayona posa con el premio Goya a Mejor Dirección por 'La Sociedad de la Nieve', durante la gala de la 38 edición de los Premios Goya, en el Auditorio Feria de Valladolid. / Raúl Terrel - Europa Press

¡Viven! El triunfo del espíritu humano relata la escalofriante peripecia y de los familiares y sus protagonistas, que nunca dejaron de buscarlos. A principio de los setenta, el libro ¡Viven! cayó en mis manos, mejor, cayó en mi casa y lo devoré como tantos otros seres humanos apretando los dientes, convirtiendo el relato en un ejercicio de contención. Por casa el libro se posó aquí y allá. El tremendismo que contaba la historia nos enganchó y finalmente el libro, la primera edición, sencilla e ilustrada con imágenes de escasa calidad, desapareció. Los más jóvenes de la familia fueron ojeándolo poco a poco. Y ahora, cuando José A. Bayona ha recuperado de manera magistral esa tragedia, también los viejos lectores hemos recuperado la emoción de la primera lectura de ¡Viven! . La inquietud y el miedo.

Ya saben. En 1972, partió de Montevideo, con destino a Santiago de Chile, un avión Fairchild Hiller FH-227 de las fuerzas aéreas uruguayas en el que viajaba el equipo de rugby Old Christians y sus acompañantes. Pero les aguardaba un destino muy distinto del que habían proyectado. Las infernales condiciones climatológicas determinaron la catástrofe y el aparato se estrelló con los Andes. Es tal la realidad del relato cinematográfico, que viendo hoy las imágenes recreadas por Bayona sientes el mismo frío, el mismo miedo y la misma desolación que hace 50 años.

Solo dieciséis de los cuarenta y cinco pasajeros que viajaban en el avión sobrevivieron al accidente y a los casi tres meses de indescriptibles rigores que sufrieron a consecuencia del hambre, el frío y el dolor.

Agradezco a Bayona haber dulcificado los momentos en los que los supervivientes comen carne humana para alejar la muerte que les acechaba. Ese momento y la aparición providencial del pastor que vio acercase a la avanzadilla de tres supervivientes del avión. Los esperó en la otra orilla, a lomos del caballo.