Reseteando

El diablo se viste de héroe

José Luis Ábalos, con Koldo García.

José Luis Ábalos, con Koldo García. / EPE

Javier Durán

Javier Durán

Leo con morbo una noticia sobre la explosión de correos que empezó a cruzarse la trama del caso Koldo, en vísperas del desembarco en España de las cajas y cajas de mascarillas. Espero que algún día podamos acceder a las transcripciones completas para conocer mejor al diablo (sagaz y maligno): los tipos babeaban pensando en el manantial que les iba a entrar en sus faltriqueras. En este país conmocionado convivían dos realidades: una mayoría integrada por familias honradas y obsesionadas con salvarse o rescatar de la muerte a uno de los suyos, y una minoría de aprovechados, también cuajados de obsesiones, aunque en su caso por las autorizaciones de Aduana para la entrada de la mercancía, la introducción del material en los aviones pertinentes, el transporte terrestre, la redacción a toda pastilla de los contratos mercantiles, las comisiones, los detalles de ultimísima hora... La trama del Koldo no dormía, no tanto por un tapón de problemas, sino más bien por la lluvia de euros que les iba a caer encima, hasta el punto de aplastarlos contra el suelo. Un jodido golpe de suerte en medio de un pavoroso estanque de incertidumbres. Estos días me pregunto cuál ha sido la razón por la que este Estado, tan dado a la condecoración, no les colgó de sus pescuezos una medalla de oro bruñido. La banda, con tentáculos en bastantes plazas, por supuesto que en el Archipiélago, faltaría más, rumiaba el éxito de la misma manera que el oso adivina un trozo de piltrafa al borde del camino. Seguramente, en su éxtasis, se vieron en el papel de héroes, en el salvavidas de unos ejecutivos gubernamentales agobiados por la falta de género, sometidos a las reglas de los proveedores chinos. La cuadrilla de emporcados pensó que tan relevante y humanitario papel merecía vivir tranquilo lo que quedaba de vida. Y los que dirigían el cotarro para ponerle freno a la infección hicieron la vista gorda, convirtieron el control administrativo en una tienda de aceite y vinagre. ¿Qué más da aumentar la lista de los millonarios con algunos más? Pero la pandemia se acabó y la legalidad exige rendir cuentas.

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