Canarismos

El que no se consuela es porque no quiere

Poco consuelo para la marea

Poco consuelo para la marea / Pablo Fuentes

Luis Rivero

Luis Rivero

Tanto en las islas como en otros ámbitos y dominios del español no es infrecuente el recurso a esta frase proverbial para querer decir que ante cualquier dificultad, por muy dura que esta sea, siempre hay un hálito de esperanza que llama al optimismo. Un supuesto típico en el que se puede escuchar esta expresión es inserida a modo de conclusión en formas dialógicas como esta:

—«No me saqué nada en la lotería de Navidad, pero ya tengo un décimo pa(ra) los rascaos».

—«El que no se consuela (es) porque no quiere».

Y en general, cuando, ante cualquier contratiempo o dificultad, alguien se muestra optimista frente a tales vicisitudes. La frase relaciona en términos de proporcionalidad o igualdad la acción de los verbos «consolar» («el que no se consuela») y «querer» («porque no quiere»), ambos con valor negativo. El primero de ellos («consolar») viene a expresar el acto de aplacar, calmar, animar, alentar a alguien y que, en sentido estricto, es aliviar las penas a quien las sufre, dicho de manera autoreferencial o en forma reflexiva («el que no se consuela»). «Es porque no quiere», donde el verbo querer tiene el significado de anhelar o desear, lo que implica voluntad de hacer o de no hacer, es decir, que depende enteramente de la decisión del individuo que sufre el superar el mal trago o el estado de desconsuelo. Y donde la negación de obtener consuelo tiene el valor de desaliento o desánimo y funciona como sinónimo de los verbos: amargarse, «amaguarse» o de las locuciones: «quedarse con magua», «quedarse con la/s pena/ganas» o «quedarse rascado». [Esta última con implicaciones causales en un deseo frustrado o reprimido; «rascarse» como reacción al «picor» tiene un valor idiomático subliminal, pues «al que le pique, que se rasque». El prurito tiene aquí el significado de «rasquera», un «resquemor» psicoemocional que se trasforma en desazón y se manifiesta a flor de piel].

Pero seguramente el soporte ideológico y subyacente de la expresión comentada la encontramos en este otro dicho antiguo de origen castellano (o universal, a juzgar por su presencia en diversos idiomas): «Cuando una puerta se cierra, otra se abre». Refrán con el que se consuela en los infortunios y desgracias, pues a un lance desdichado y fatal, suele venir otro feliz y favorable. [Lo encontramos en el Quijote: «Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma esperiencia, madre de las ciencias todas. Dígolo porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra, para otra mejor y más cierta aventura» (Q, I-XXI). Si bien el refrán aparece documentado por primera vez en la versión actual, «donde una puerta se çierra otra se abre», por Francisco de Espinosa, en su Refranero (1527-1547)].

Otro dicho afín que podemos escuchar a menudo es el que dice: «La esperanza es lo último que se pierde» o «mientras hay vida, hay esperanza» que por su proximidad puede ser intercambiable con el dicho comentado o este otro que dice: «el que coge mal por gusto, al infierno a quejarse» que nos recuerda que, para bien o para mal, somos responsables de lo que elegimos. «El que no se consuela, porque no quiere» (a menudo pronunciado sin el verbo ser, «es») nos viene a decir que siempre hay una razón donde agarrarse y ver las cosas con entusiasmo, aún en la dificultad; traslada, pues, una enseñanza proverbial que recomienda y celebra el adoptar una actitud optimista ante cualquier inconveniente, porque se sobrelleva mucho mejor.