Opinión | En voz baja

¡Tráeme pilas!

José María García y José Ramón de la Morena, en Gran Canaria.

José María García y José Ramón de la Morena, en Gran Canaria. / LP/DLP

Siempre está, de forma discreta, en un segundo plano, con un eco inmortal que resuena en nuestras vidas casi sin darnos cuenta. La radio alcanza este año su centenario y lo hace en plena forma con 20 millones de almas que la escuchan a diario en España. Cien años de vínculos emocionales que trascienden el tiempo. Este mágico medio ha sido más que un transmisor de ondas. Ha sido la voz que ha narrado la evolución del mundo. Consigue llevar la palabra hablada hasta los lugares de más difícil acceso y a colectivos minoritarios, sin distinciones. En este amplio espectro están mis padres. Fieles a su rutina, giran cada mañana con destreza las ruedas de la vida en el transistor (una para el volumen y otra para el dial) conectándose con la esencia misma de la radio que los acompaña. Es en ese giro apresurado de dedos frágiles donde reside la magia, la conexión instantánea con un universo de relatos, canciones y noticias. Esa compañera fiel e incansable ha tejido hilos invisibles entre generaciones, testigo sonoro de momentos trascendentales. Desde las transmisiones históricas que narraron guerras y revoluciones, golpes fallidos, millones de goles, hasta la música que ha encendido pasiones y avivado romances.

La radio es un faro de nostalgia, emoción, información y entrenamiento. Con su sintonía única lleva consigo un aroma de romanticismo donde las voces que emergen de los altavoces nos susurran historias de amor, desafíos superados, demasiadas tragedias y sueños por alcanzar.

En mi propia singladura profesional, me encontré cautivado por la dimensión universal de la radio y sus protagonistas. Entre ellos, dos ‘dioses’ de la comunicación como José María García y José Ramón De la Morena, que esta semana departieron de forma amistosa (en otro tiempo era impensable) una charla en la Universidad Pessoa. Por su culpa directa, con alevosía y mucha nocturnidad, muchos nos abrazamos sin remisión a esto del periodismo. Bueno, sin olvidarme de Joaquín Vidal y sus prodigiosas crónicas taurinas en el País. En definitiva, felicidades a la radio y a los profesionales que la han hecho y la hacen posible. Desde los míticos Matías Prats, Encarna Sánchez, Carlos Llamas, pasando en la actualidad por Carlos Francino, Pepa Fernández, Aimar Bretos, Ángels Barceló o Carlos Alsina y sin dejar atrás los inigualables Iñaki Gabilondo, Luis del Olmo y cómo no, los locutores canarios como Agustín Padrón, Gustavo De Dios, Francis Matas, Nico Castellano o Mayer Trujillo, entre otros muchos.

Y gracias a la radio de todos por crear ondas sin cuotas de mantenimiento ni ‘likes’ que son puentes entre culturas, que nos conecta a la actualidad. En este centenario de la radio, celebramos no sólo un hito tecnológico, sino la persistencia de un medio que ha sabido adaptarse y evolucionar. Ni la tele, ni las plataformas doblegan a un vehículo que conduce el verbo a todos los rincones acompañando a aquellos que aún giran la rueda de la vida del transistor con la esperanza de encontrar mejores noticias. Mientras tanto, en casa me volverán a pedir lo mismo de siempre: ¡Tráeme pilas!