Opinión | Retiro lo escrito

Despartidización

Rafael Yanes en su última comparecencia en comisión parlamentaria como Diputado del Común.

Rafael Yanes en su última comparecencia en comisión parlamentaria como Diputado del Común. / Miguel Barreto / EFE

Hace algunas semanas recordé por aquí que muy pocas veces el Parlamento canario es tan amable y obsequioso como en sus relaciones con los órganos que dependen directamente de la Cámara, como son el Consejo Consultivo, la Audiencia de Cuentas, el Diputado del Común y el Comisionado de Transparencia. Todos los años esas egregias instituciones presentan un informe sobre su labor de fiscalización del Ejecutivo –pues las cuatro lo ejercen más o menos directa o indirectamente – que reciben un ceremonial chaparrón de alabanzas y parabienes. No recuerdo una Cámara, ni siquiera un gobierno concreto, francamente molesto por el posicionamiento de Consultivo, la Audiencia de Cuentas o el Diputado del Común. Por supuesto, en algunas ocasiones la procesión va por dentro. Cuando los auditores designados por el PSOE y Nueva Canarias decidieron frenar en el pleno de la Audiencia la aprobación de un informe que evidenciaba ilegalidades en la compra de materia sanitario durante la pandemia, por ejemplo. O el malestar –con ráfagas de cabreo – de los socialistas hacia Rafael Yanes, que en sus informes como diputado del Común realizó críticas sobre la gestión de la dependencia por el Gobierno presidido por Ángel Víctor Torres. Pero son casos raros y ensordinados.

Y lo son porque, para explicarlo sucintamente, los cuatro órganos están perfectamente cooptados por los partidos mayoritarios en la Cámara. Y aquí no ocurren cosas tan enojosas (y escandalosas) como lo que sucede con el Consejo General del Poder Judicial. Aquí las cosas se hacen consensuada, delicada, tranquila, casi primorosamente. Por ejemplo, el Diputado del Común. Uno recuerda perfectamente la modestia de los recursos del primero en ocupar el cargo, el admirable Luis Cobiella, un hombre con una ética tal legible como sus versos. Pero la institución, como cualquiera puede entender si quiere hacerlo, era un dulce (un marquesote) demasiado goloso para la siempre hambrienta partidocracia, de manera que hoy la Diputación del Común ha creado su pequeña burocracia, su lógica de intereses internos, su pequeña corte de asesores y asimilados. En realidad se ha perfeccionado tanto la adaptación de la estructura de la Diputación a las expectativas de los partidos que han inventado adjuntos al diputado. Sin duda la elección de la socialista Dolores Padrón es una buena noticia, pero deberá trabajar con dos adjuntos, uno propuesto por Coalición Canaria, otro por el Partido Popular. En este último caso los conservadores han propuesto nada menos que a Antonio Alarcó. ¿Qué pinta el doctor Alarcó, reputado cirujano, en el Diputado del Común? Después de estar en el Senado y en el ayuntamiento de La Laguna, exige que lo metan en algún lado, porque un talento como el suyo, sencillamente, no debe ni puede ser prescindible. Auguro pequeños follones narcisistas en la lontananza. Alarcó tiene ya 72 años.

En el Consejo Consultivo los socialistas propondrán a Julio Pérez. Comentan las peores lenguas que Pérez le insistió mucho a Ángel Víctor Torres para que el PSOE, como fuerza más votada en mayo de 2023, reclamara la presidencia del Consejo. No fue posible. Entre CC y PP acordaron que la presidencia correspondiera, de nuevo, a un conservador, así que Pérez se ha resignado a ser consejero. Es indiscutible la brillantez de la carrera política de Julio Pérez, así como su perfil de abogado prestigioso. Tiene 75 años. Estaría hasta más allá de los 80 en el cargo. Los mismos 80 años que muy pronto cumplirá José Segura al frente de Casa África. Si se quiere avanzar hacia una mayor y mejor democratización en Canarias no estaría nada mal que se desmantelara la partidización de los órganos dependientes del Parlamento. Un ejemplo normativo: nadie podrá ejercer ningún cargo en las cuatro instituciones si no ha cumplido diez años fuera de la política, tanto del Ejecutivo como del legislativo. Por ejemplo. Oh, de nada.

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