Opinión | Retiro lo escrito

Notas apresuradas

Para nada se ha borrado el riesgo de una crisis existencial del proyecto europeo

Begoña Gómez y Pedro Sánchez, tras votar en las elecciones europeas.

Begoña Gómez y Pedro Sánchez, tras votar en las elecciones europeas. / JOSÉ LUIS ROCA

1. La pregunta central y estratégica después de las elecciones europeas remite al futuro inmediato. No es particularmente difícil. Se ha producido una ola ultraderechista, pero no el maremoto apocalíptico temido por tantos. Conservadores y socialdemócratas, con el apoyo de los liberales y/o Los Verdes, seguirán cogobernando bajo la presidencia de la señora Ursula von der Leyen, aunque igual se encuentran este verano con un gobierno francés lepenista en guerra abierta con Macron. El núcleo de esta mayoría consensual en la Eurocámara, ¿se atreverá a sacar alguna lección política del crecimiento de derechas iliberales, autoritarias, xenófobas, eurófobas y patrioteristas? ¿Vamos a seguir escuchando esas jeremiadas sobre una ultraderecha que cae del cielo repentinamente como un paracaidista asesino? Millones de ciudadanos europeos han depositado su confianza en esas fuerzas y me parece harto dudoso que la mayoría sean fascistas. Si llevas más de treinta años gobernando y legislando desde la Comisión y el Parlamento alguna responsabilidad tendrás en los resultados electorales, aunque a los conservadores y socialistas no se les pasa por la cabeza. Lo primero que debería hacer esta asombrosa institución –la UE– es reflexionar. Para nada se ha borrado el riesgo de una crisis existencial del proyecto europeo. Al contrario: ha aumentado. ¿La Comisión va a seguir adelante con sus objetivos, sus mecanismos y sus políticas en materia agropecuaria, energética, económica, fiscal, climática, sin variar un ápice, sin revisar plazos, sin flexibilizar exigencias, sin dialogar con los que más pierden en los procesos de adaptación a las nuevas normas de la unificación? Si es así las ultraderechas seguirán creciendo alimentadas por el malestar económico y la irritación identitaria.

2. Ayer comenzaron a despejarse las dudas en Cataluña. Primero, se produjo un clamoroso desacato del Tribunal Constitucional y se permitió votar telemáticamente a Puigdemont y a un par de colegas para la elección de la Mesa del Parlament. Segundo, funcionó el acuerdo de mínimos entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana para evitar que la fuerza política más votada (el PSC) controlara la Mesa de la Cámara catalana. El agraciado como presidente fue José Rull, de JxC, que recibirá la bonita suma de 8.000 euros mensuales, a lo que se añaden 1.600 euros al mes para gastos de representación e incluso una ñapa de 375 para transporte, aunque por supuesto dispondrá de un coche de alta gama con su chófer y su cubitera de hielo. «Los que estamos aquí y hemos hecho grandes sacrificios por estar aquí», susurró emocionado el señor Rull. Más tarde habló de la milenaria nación catalana con gran emoción. Una nación que se pierde en la noche de los tiempos y que nada debe, por supuesto, a la Constitución de 1978 Este inspirado sujeto fue condenado a diez años de prisión y a inhabilitación absoluta pero gracias al sanchismo es president del Parlament. Por cierto hoy, por fin, se publica la ley de amnistía en el BOE y nadie susurra siquiera que un Gobierno ha retenido la publicación de una normativa legal por los más míseros objetivos político-electorales. Sí, ya vamos a acostumbrarnos a todo. Incluso a escuchar en tertulias mañaneras que el PP ha perdido las elecciones europeas.

3. Si me fallaras no voy a morirme/si he de morir quiero que sea contigo/eternamente Yolanda.

4. Román Rodríguez no se va. ¿Desde cuándo dimiten los profetas de sí mismos?

5. Muy bien Ángel Víctor Torres. Creo sinceramente que es la mejor intervención parlamentaria que ha tenido nunca. También creo –siempre lo he creído– que no ha estado jamás ni está en política por las perras. Pero hay un concepto que se niega a entender: la responsabilidad política.

Suscríbete para seguir leyendo