Hoy tiene lugar la 19 Edición del Maratón de Cuentos de la Biblioteca Insular de Gran Canaria en la Plaza de Santa Ana del barrio de Vegueta capitalino. Participarán cuentistas de diversos lugares. Pep Bruno, Pablo Albo y Ana Griott son tres muy influyentes en el ámbito de la oralidad contemporánea española. Se dedican a contar historias, tanto para niños como para adultos de propia autoría o de otros escritores. El maratón, que este año lleva el lema Indígenas , está pensado para que haya narradores populares, entre los que se encuentren escolares, miembros de clubes de lectura, en definitiva, gente a la que le guste contar, y profesionales. Las narraciones deberían centrarse, a poder ser, en el lema propuesto.

Pep Bruno cuenta a todos los públicos, desde bebés a mayores y colectivos especiales, y todo tipo de historias, tanto populares como de autor, o propias. Es su profesión y lleva 25 años en ella. "He tenido mucho tiempo para afinar mis repertorios, indica.

Según el narrador, y remontándonos a la relación de la escritura con las narraciones orales, "la escritura nace hace unos 5.000 años y de alguna forma lo hace como una extensión de la memoria. Todo lo que había era oralidad. La memoria puede aguantar unos cuantos miles de versos o unas cuantas historias, pero es limitada. Por eso, la escritura y la oralidad siempre han estado vinculadas. En el momento en que nace la escritura se pone al servicio de lo oral. Luego se va desarrollando y se va descubriendo la escritura como posibilidad propia para la creación de historias propias, lo llamado literario. Con el paso del tiempo y la desaparición del anafabetismo, por lo menos en Occidente, la escritura y la oralidad se siguen vinculando según los tiempos. Por ejemplo, mantenemos grandes conversaciones por whatsapp escribiendo, pero también con audios".

Bruno explica, por otra parte, las variantes del cuento oral. "No existe fijado en un texto. Es un trabajo que se realiza continuamente, efímero, existe en el instante en que se cuenta, no de forma incompleta donde haya que seguir contándolo para completarlo. Es completo, definitivo y efímero en el instante en que sucede. El cuento contado sólo es cuando se cuenta, no cuando se lee ni cuando se escucha. El cuento contado existe en el momento en que lo estamos revelando y cuando dejamos de contarlo. Para quienes vivimos de contar esa es una gran experiencia porque cuando te pones a narrar un cuento este quiere durar mucho rato y si es breve hay que frenarlo. El cuento quiere seguir siendo". Añade que "persigue ser memorable, es decir, que quien lo escuche no lo olvide para que lo pueda contar y así vivir en más bocas y orejas".

La oralidad no funciona en grabaciones. Los vídeos y audios son oralidad secundaria "porque no tienen nada que ver con la oralidad en que nos manejamos nosotros. En la nuestra no hay una persona hablando a un grupo sino un diálogo en que el narrador está recibiendo una retroalimentación continua de lo que el público percibe y eso afecta al cuento. Todos somos seres narrantes que contamos y escuchamos continuamente chismes, noticias, novedades o mentiras. Todo lo que podemos contar existe y si no, un poco menos".

Vocacional y profesional

Pep Bruno distingue al cuentacuentos vocacional del profesional. "Hay mucha gente vocacional, pero no profesional, es decir a la que le gusta contar, pero que no vive de ello. Cuando eres profesional facturas legalmente por eso y pagas tus impuestos. Debes tener un código deontológico como todo colectivo, en cuanto respeto a los públicos, a los textos y a los compañeros. Hay muchos cuentistas populares que son excelentes narradores, pero no son profesionales. Estos no pueden salir a un escenario ante un público sin haber preparado la función".

La forma en cómo se narra un cuento también es primordial. El estilo importa."Los narradores profesionales que estamos acostumbrados a relatar historias somos conscientes de ello y por eso cada uno intentamos cultivar un estilo propio para encontrar matices y detalles y aportar riqueza a los textos universales. Hay mucha libertad de acción, pero un lenguaje pobre no favorece el cuento. Un lenguaje rico aporta color a lo que se dice".

En cuanto al maratón que se celebra desde hace años, participa, "a lo mejor, un amateur 30 o 40 minutos y de repente sale un profesional que narra un cuento más reforzado que puede levantar el interés porque quizá el contador popular no sepa hacerlo muy bien o no tiene por qué interesar a ese público concreto que se sitúa delante. Las habilidades, de todas formas, se adquieren según vas contando y hay narradores populares muy hábiles. El maratón, aunque no es una forma muy natural del cuento porque dura 24 o 48 ininterrumpidas, se convierte en una celebración en la que el grupo disfruta contando y escuchando".

Ana Cristina Herreros, más conocida como Ana Griott, es otra cuentacuentos profesional. Aunque este año no participará en el maratón, sí lo ha hecho en otras ocasiones y quiere explicar su perspectiva sobre su vocación. "Lo que anima a una escritora a dedicarse a la narración oral es el contacto con la gente que no se produce en lo escrito de una forma tan corpórea e inmediata. Cuando cuentas un cuento el público participa de lo que tú relatas y se produce una retroalimentación que te indica cómo es tu cuento o qué le falta. Las preguntas de los espectadores ayudan a que tú también te preguntes sobre lo que has escrito y puedas hacer que se reciba mejor. Cuando he contado muchas veces la historia es cuando la plasmo en papel. En muchas ocasiones prosigo contando el mismo cuento y este se sigue transformando de modo que a veces, deja ya de parecerse a la versión escrita porque lo oral se reinventa mientras que lo escrito está fijado. Lo oral se va nutriendo de lo que el público aporta y en el cuento aparecen o desaparecen nuevos datos. Si no fuera así, se estaría recitando y no contando".

Se trata de un género igualmente válido para audiencias infantiles y adultas. "Los cuentos existen desde que el hombre es hombre, pero comenzaron a contarse a los niños desde el siglo XIX con el Romanticismo. Fue la forma primera de literatura entre adultos. En África hay más de 2.000 lenguas y casi ninguna se escribe. La literatura allí es oral. La literatura de la gente que no tiene voz y que no cuenta en este mundo, que es mucha, es también oral. Escribir supone una anécdota que sucede en el primer mundo y no a todos. Adquirimos el gusto por la literatura con alguien que te la canta o te la cuenta desde que eres un bebé", determina Griott.

A la escritora le resulta muy placentera la lectura y también la oralidad. "Me encanta leer. Siempre llevo un libro en el bolsillo porque es algo mágico que abres y te transporta a otro lugar. Lo oral, por su parte, te acaricia, tiene una materia diferente a través de la voz. Cuando lees el texto lo que escuchas es tu voz interior; sin embargo cuando te narran escuchas la voz de quien cuenta, curativa porque está cargada de un contenido afectivo, emocional, con ritmo y musicalidad. Pienso que oír cuentos te enseña a escuchar".

La cuentista concluye explicando que antes de ser narradora profesional fue filóloga y editora, pero "un día me encontré con dos narradores en un teatro que contaban cuentos de adultos, -porque hacia el año 92 no se le contaban a los niños en los teatros ni en las bibliotecas donde sólo se les leía-. Al escucharlos me quedé maravillada con el poder de la palabra. No tenían ni atrezo ni luces, simplemente su voz sobre el escenario que conseguía crear múltiples situaciones y personajes. Me resultó tan increíble que decidí convertirme en narradora oral. Le ocurre a mucha gente. Va a escucharte una vez, se engancha a los cuentos y un buen día quiere contar también".