Limpias, con prácticamente sus cualidades nutritivas intactas, y siempre disponibles en la cocina. Las frutas y verduras congeladas, entre las que las hojas de espinaca están entre las más demandadas, son una buena opción para mantener una dieta habitual con presencia de estos alimentos y, al mismo tiempo, tener la comodidad de disponer de ellas siempre que se escoja prepararlas en una receta.

Aunque muchos consumidores han asumido ya el hábito de adquirir en supermercados y tiendas especializadas todo tipo de verduras (incluso cebolla y ajos troceados, por ejemplo, en el colmo de la comodidad), otros desconfían porque solo atribuyen sus propiedades a si están frescas.

Algunos especialistas mantienen su recomendación de adquirirlas frescas. Pero también otros reconocen, a la par que se perfecciona la calidad de la oferta, la persistencia de sus cualidades nutritivas en el congelador, a temperaturas gélidas y durante muchos meses.

¿Son igual de nutritivas?

En principio, los tiempos que pasan desde la recolección de las verduras y las frutas hasta que se exponen a la venta son mucho mayores que los que transcurren desde la cosecha hasta completar el procedimiento que se aplica para congelarlas.

Luego la conservación de minerales y vitaminas, junto a otros nutrientes, sería equiparable entre las congeladas y las frescas o, incluso, en algunos casos superarían las primeras a las segundas, sostienen los defensores de este tipo de verduras.

No obstante, en el procesado para convertirlas en piezas congeladas se produce una pequeña pérdida de vitaminas (sobre todo del grupo B y vitamina C), si bien se considera menor que la que tiene lugar desde que se recolecta hasta llegar a los lugares de abasto.

Sea como fuere, una condición ineludible para la conservación es que estén en el congelador a una temperatura de 18 grados bajo cero.

Si se quieren mantener sus cualidades para el consumo deben observarse algunas normas, sobre todo la de no romper bajo ningún concepto la cadena de frío.

Y no destruirla significa meterlas en el congelador de casa tras adquirirlas sin que pierdan su dureza y agua; vigilar la fecha de consumo preferente porque, aunque duran meses, también tienen fecha de caducidad; y no volverlas a congelar.

A la hora de cocinar las verduras congeladas la principal recomendación es no descongelarlas previamente y prepararlas con poca cantidad de agua. La mejor opción: al vapor.