El cerebro está echando chispas constantemente y esas chispas son de colores. Todo aquello de la materia gris es reduccionista. Lo sabe bien el neurobiólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas Javier de Felipe, que ha fotografiado distintas partes del órgano de los órganos descubriendo formas y texturas que bien podrían engrosar una retrospectiva en la Tate Modern de Londres. Estas imágenes, junto a las creaciones del pintor y escultor canario Cristóbal Guerra y algunos dibujos realizados en el XIX por los pioneros de la neurociencia harán descubrir al curioso cómo se parece el arte a los intríngulis del cerebro.

Esta hermosa relación es la premisa que flota en la muestra El cerebro, la gran cepa azul, comisariada para el Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología por Frank González y el propio Javier de Felipe. Pero cuál es esa misteriosa coincidencia, está el arte en algún lugar del cerebro. "La relación es total, porque el arte es un producto de nuestro cerebro. No habría arte si no tuviéramos el cerebro que tenemos. El arte es el producto final de la evolución del cerebro. Los humanos somos la única especie capaz de crear símbolos que produzcan un placer intelectual", explica el neurobiólogo.

Esa habilidad se basa en la capacidad humana de abstracción. "Los animales también sufren, se deprimen, pero no pueden hacer arte, aunque tampoco son capaces de destruir, como nosotros", argumenta Javier de Felipe.

Pero, ¿qué se produce en el cerebro de un artista cuando crea? "La creatividad está relacionada con la corteza prefrontal, que es la que más ha evolucionado, y la que nos hace diferentes de otros animales". El disfrute arte también tiene su sitio en el cerebro. "Tiene que ver con el circuito de recompensa, que produce un placer, como las drogas, el sexo... Todo lo que produce placer estimula unos circuitos en el cerebro, el sistema límbico. En el arte, lo que ocurre es que ese disfrute intelectual se obtiene de manera inconsciente". Bendita inconsciencia.