Es el prototipo de gentlemen: educado, políglota, de buena percha, bien situado económicamente y siempre impoluto. Pero si a Rakesh Ahuja (Nueva Delhi, 1949) le acaban de otorgar el título de Hijo Adoptivo de San Bartolomé de Tirajana, no será sólo por su aspecto y su savoir faire.

- ¿Qué cree que ha influido para que las autoridades del municipio sureño le otorguen esta distinción?

- Pues francamente, no lo sé. Me han contado que en el pleno donde se decidió, se aprobó por unanimidad y eso sí que me enorgullece. Francamente, he dedicado buena parte de mi vida a buscar la armonía entre la comunidad india y los habitantes de Gran Canaria, primero en Las Palmas de Gran Canaria y luego en San Bartolomé de Tirajana. Desde que llegué a las Islas en 1980, tuve claro que no lograríamos nada si no existía una convivencia clara con los canarios, y en eso he trabajado. También en impedir que nuestros hijos perdieran la riqueza de la cultura hindú, pese a que ellos, como yo ahora, son más canarios que el gofio.

- ¿Cómo fue su llegada a Gran Canaria, hace ya tres décadas?

- Complicada, porque para los canarios de entonces, la comunidad india eran unos intrusos que venían a a quitarles el dinero, el trabajo...

- ¿Fue sencillo ese proceso de integración?

- No demasiado. Por las dos partes hubo mucha desconfianza. Recuerdo que se decía en nuestra contra que todo el dinero que ganábamos lo mandábamos a India, Hong Kong o Shanghai. También se criticaba que en los negocios se empleara únicamente a nuestros familiares. Fue difícil.

- Pero algo hubo de verdad en eso de que la comunidad indostánica fuese muy cerrada.

- Cierto. Pero me temo que fue algo que se dio por ambas partes. Mi trabajo precisamente ha ido por ese sentido: dejar de proyectar esa imagen, que además todos queríamos desterrar. Con satisfacción puedo decir que hoy en día sería impensable que volvieran a pintar en las fachadas de nuestras tiendas cosas del tipo 'fuera indios'.

- ¿Empresarialmente hablando, aportaron algo aquellos primeros empresarios hindúes llegados a Gran Canaria hace ya más de un siglo?

- Pienso que sí. Por ejemplo, el tema de los horarios nocturnos fue un poco cosas de ellos. Al vivir pendientes de la actividad portuaria, las tiendas del Puerto se abrían de madrugada o cuando llegaran los barcos, fuese sábado o domingo. Luego está el hecho de haber aportado un tipo de negocio, el de la electrónica, que nos proporcionó lo mejor y la última tecnología casi a la vez que se ponía a la venta en Japón o India. En eso, Gran Canaria fue pionera.

- Dejando de lado su faceta empresarial, imagino que también ha sido importante en la designación suya como Hijo Adoptivo de San Bartolomé de Tirajana su labor humanitaria.

- Está mal que sea yo quien hable de ello, pero puede que algo haya tenido que ver en ese nombramiento. Sea como fuere, nadie habría podido hacer nada de eso si no contara con la colaboración y la implicación de todos.

- Perfecto, pero usted fue quien impulsó, por ejemplo, el rastro hindú; quien más activamente participó en la recaudación de fondos cuando el tsunami que devastó la costa del país o quien impulsa los proyectos del banco de alimentos para Cáritas.

- Yo no podría hacer nada sin la colaboración de la gente. En todo lo que usted ha nombrado, es cierto que me he implicado a todo trapo, siempre lo hago en todo, pero nunca se hacen estas cosas para lograr beneficios personales, al menos no en mi caso. La satisfacción me la aporta el descolgar el teléfono y tener la colaboración desinteresada de mi comunidad y de cada vez más canarios. Bueno, ahí hay que especificar porque canarios son ya la mayoría de nuestros descendientes.

- Y siempre tratando de promocionar la cultura india.

- Sí, para que no la pierdan nuestros hijos y que la disfruten también los canarios, porque hay tantas cosas interesantes que compartir...