Las instalaciones del Club Natación Metropole acogieron ayer un evento que pone de los nervios a cualquiera. Aunque otros se encuentren disputándose las medallas mundiales a miles de kilómetros de distancia, unos pequeños peleaban dentro de la piscina por destacar ante un conjunto de observadores, atentos a cada brazada. "El objetivo: que los niños de cursillo que han estado aprendiendo estos meses atrás tengan una primera experiencia con la competición y que los propios entrenadores del Metropole encuentren a los nadadores que más destaquen", explica Luis Nanton, gerente del club.

El mítico recinto, punto y encuentro de la natación canaria, estuvo ayer a la altura de las circunstancias. Un cielo descafeinado fue el primero en recibir al público. Unas gradas repletas de curiosos, muchos de los cuales eran los propios padres de los participantes, disfrutaron delante de la piscina de 50 metros. Un reto nada desestimable para estos iniciados de la natación isleña.

Los niños, sin importarles lo más mínimo el tiempo, no se lo pensaron dos veces para demostrar ante los presentes esas numerosas horas de entrenamiento diario. "La idea de fondo de esta competición social es doble: motivar a los niños y que los propios entrenadores podamos observar y seleccionar aquellos que por sus cualidades destaquen más dentro del agua. Los observadores son de hasta cuatro disciplinas; natación, natación sincronizada, salto de trampolín y waterpolo. El Metropole es el único club de España, junto con el CANOE de Madrid, que tiene estas cuatro variantes", afirma Rodolfo Martín, primer entrenador.

La natación es conocida por la enorme dedicación de los deportistas que la practican. "Los niños más pequeños entrenan tres sesiones a la semana de cuarenta y cinco minutos, un total de tres horas. Sin embargo, también tenemos nadadores de este primerizo grupo de competición que vienen cuatro y cinco veces por semana, alcanzando las siete u ocho horas", dice Martín, demostrando la dureza de esta actividad.

Los pequeñajos aguardaban pacientes, a un lado de la piscina, la hora de desfilar hacia la cámara de salida, ajustarse bien las gafas y esperar el pitido final para demostrar los conocimientos adquiridos. Quién sabe si nos encontremos ante el próximo Michael Phelps dentro de la Isla.