El fondo marino en el que se ha producido la crisis eruptiva de El Hierro en estas últimas semanas cuenta desde hoy con medios técnicos y humanos específicos que se encargarán de analizar todo cuanto se encuentre bajo las aguas frente a la costa de La Restinga, en el sur de la Isla. A bordo del buque oceanográfico Ramón Margalef van doce miembros de la tripulación, a los que se suman desde esta misma mañana, en el puerto de La Estaca, diez científicos y dos técnicos. Ellos serán los encargados de dirigir las investigaciones necesarias y de manejar los aparatos técnicos con que va provisto el buque, tomar muestras del lecho marino y sondear las condiciones de la zona.

Durante todo el día de ayer, el Margalef, cuya primera misión está desde hoy en aguas canarias -el Instituto Español de Oceanografía (IEO) recibió el buque el pasado 23 de septiembre-, estuvo atracado en la Dársena de Los Llanos del puerto de Santa Cruz de Tenerife. Allí se proveyó de material científico, combustible y productos de alimentación suficientes para que nada detenga el trabajo de los investigadores.

Los científicos que subirán a bordo del buque proceden del propio Oceanográfico, de la Agencia Canaria de Investigación, así como de la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan), según informó el subdirector general del IEO, Demetrio de Armas. Colaborarán también investigadores de otras instituciones públicas estatales, además de científicos de la Universidad de La Laguna.

Este barco del Ministerio de Ciencia, que se ha dotado expresamente con los medios técnicos necesarios para esta primera misión, ha supuesto una inversión total de 18 millones de euros, financiados al completo con presupuesto del Instituto Oceanográfico.

Entre el material técnico a bordo del buque va el Rov Liropus 2000, un vehículo robotizado, controlado por fibra óptica y dotado con cuatro cámaras de alta resolución que permitirán inspeccionar el fondo marino. El jefe de flota del IEO, José Ignacio Díaz, explicó ayer que el robot "tiene capacidad para tomar muestras del fondo" y va provisto de sensores que medirán en todo momento la salinidad, la temperatura y las corrientes marinas. Además, las imágenes que capte el Liropus se recibirán en unas pantallas situadas de la sala de operaciones y permitirán a los técnicos seleccionar la zona en la que se quiere trabajar.

El Rov Liropus 2000, cuyo coste es de 1,5 millones de euros, puede descender dentro de la estructura o el garaje en el que está montado hasta los 2.000 metros de profundidad, distancia suficiente para el análisis de la zona donde en las últimas semanas han emanado piroclastos y gases de origen volcánico. José Ignacio Díaz apuntó que el plan de trabajo establecido por el Oceanográfico tiene dos ejes principales: la localización inicial de la zona donde se va a trabajar y, una vez situado, el descenso al fondo marino de todo el sistema contenedor del Rov Liropus 2000.