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Música Presencia en Las Palmas de una gran diva

Formidable recital privado de Gallardo-Domâs y Nauzet Mederos

Formidable recital privado de Gallardo-Domâs y Nauzet Mederos

La gran soprano Cristina Gallardo-Domâs se reencontró con sus amigos grancanarios por iniciativa de Elsa y Antonio Cruz-Mayor, que han tenido la feliz idea de organizar un concierto en su domicilio. El momento excepcional de la artista es noticia obligada -y gozosa- pese al carácter privado de la reunión. Después de residir varios años en esta isla, el destino profesional del abogado Justo Garzón, su esposo, implicó el traslado familiar a Santiago de Chile, ciudad natal de la cantante. Durante los tres últimos años redujo su carrera de primera figura internacional y trabajó a conciencia su voz magnifica en el repertorio mezzosoprano, cuyos grandes roles siempre la habían atraído. En el retorno a la ópera y el concierto, Gallardo-Domâs ha querido regalar las primicias a sus incondicionales isleños, interpretando un programa de enorme compromiso que despertó el entusiasmo unánime.

La voz ha enriquecido su poder en la ampliación tesitural, ganando graves de extraordinaria consistencia y nobleza sin ceder una nota en el registro agudo. El color ha decantado su calidez innata y cumple con lealtad y autonomía todas las exigencias expresivas de la artista, sea en el canto legato y apianadado, sea en las emisiones de alta intensidad que su intuición dramática hace incomparables. Las proyecciones largas de máximo poder son tan firmes y seguras como delicada la vocalidad emotiva e íntima. El exacto entendimiento de las variables expresivas apoya sus certeras transiciones de tempo y carácter, desde lo contemplativo a lo rítmico, el filado a la bravura, el dolor al humor y, todo aquello que los compositores piden. Gallardo-Domas debutó en Las Palmas como lírica belcantista (Bellini) y es hoy una formidable spinto de muy amplio registro y poder.

Dedicó la primera parte del programa a la canción de concierto, con dos títulos de Federico Longas, las cinco Canciones negras de Montsalvatge y otras cuatro escritas para ella por Juan Durán, presente en la reunión. Magnífica en la intención cambiante del catalán, del elegante criollismo a la ternura de la nana y la difícil entonación del ritual candombé de la última (con texto de Nicolas Guillén), desplegó en las de Durán, impecablemente escritas, su penetrante sensibilidad en las líneas melódicas y sus bellas transformaciones. Secundada por un gran pianista, Nauzet Mederos, exigente en la técnica, dúctil en reflejos concertantes con la voz y cuidadoso siempre de la belleza del sonido, fue notabilísima su versión a solo de una página de Sibelius.

La segunda parte estuvo dedicada a la lírica española (tres romanzas importantes de Serrano y Chapí) y a la ópera: una Habanera de Carmen (Bizet) desbordante de coquetería; la gran escena de Dalila (Saint-Saëns), sensual a tope y silabeada con deleite; y la muy potente y autoritaria Acerba voluttá de Adriana Lecouvreur (Cillea) coronada con un agudo espectacular en volumen, homogeneidad y duración. Braveados por los presentes, cantante y pianista ofrecieron varios bises. Este brillante programa debe repetirse en un teatro de la ciudad.

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