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Georgina Higueras.LP/DLP

Entrevista

Georgina Higueras: "El populismo tiene su origen en el castigo económico a la clase media"

"Si Kim Jong-Un siente que está perdiendo puede hacer una locura para no ser el único que se hunde", destaca la periodista

Empecemos por la charla que ofrecerá el jueves en el Gabinete Literario, que lleva como título Madre y corresponsal de guerra. ¿Cómo ha podido compaginar la vida familiar con la profesional?

Exactamente igual que las compagina un hombre. Una mujer que ama su profesión, sea cual sea esta, no tiene por qué renunciar ni a la maternidad ni a la profesión. El tiempo que dedica a los hijos una mujer realizada como profesional es más corto del de una que pasa 24 horas sobre 24 pendiente de los hijos, pero no por ello menos valioso. Al sentirte satisfecha contigo misma transmites ese sentimiento y disfrutas con pasión de los ratos que puedes dedicarles. No es la cantidad lo que vale, sino la calidad. He titulado así mi conferencia porque a todo el mundo le extraña que se pueda ser corresponsal de guerra y madre, sin embargo encuentran normal ser corresponsal de guerra y padre. Me parece absurdo. Si das la oportunidad, los hijos necesitan de igual manera a un padre que a una madre.

Usted estuvo en Camboya, durante la invasión de los vietnamitas que puso fin al régimen de los Jemeres Rojos. ¿Es posible mantener al margen los sentimientos que genera el horror, cuando se ve en primera persona, a la hora de contar la historia?

No, al menos yo no he podido. Siempre llevaré clavado en la memoria aquellos campos de refugiados camboyanos llenos de mujeres y niños desmembrados por las minas anti-personas. Inocentes que jugaban, caminaban o recogían algo para llevarse a la boca. En mi primer viaje a Camboya entré con el rey Norodom Sihanuk (ya fallecido), y le estaba esperando en la jungla Ieng Sary, uno de los fundadores de los Jemeres Rojos, no quise saludarle, ni traté de entrevistarle, no quise darle voz. Tal vez me falté a mi profesión.

Tipos como Pol Pot o Duch fueron responsables de un holocausto en Camboya y sin embargo han pasado desapercibidos para el gran público en Occidente. ¿Cree que es por la tendencia histórica europea de dar la espalda a lo que sucedía en Asia o por cierta indulgencia de la época con los regímenes autoritarios de tendencia comunista?

Creo que es una tendencia española, porque en otros países europeos se sigue de cerca lo que sucede en Asia. En cuanto a la "cierta indulgencia", pienso que más bien había desconocimiento. El régimen de los Jemeres Rojos era tan cerrado que el horror solo se supo después de la invasión vietnamita, pero al mismo tiempo nadie quería reconocer a los vietnamitas como liberadores del pueblo camboyano puesto que habían ocupado el país y cometieron barbaridades.

¿Qué queda de la China que conoció cuando fue enviada al país como corresponsal a principios de los 80?

A primera vista, más bien nada. Sobre todo si vamos a las grandes ciudades como Pekín, Shanghai o Cantón. Pero si se hace un esfuerzo y te levantas temprano, aún es posible ver en los parques a los ancianos haciendo taijichuan o paseando orgullosos a sus nietos. China ha vivido una espectacular revolución mercantilista que parece haber tapado con sus luces de neón una cultura y una filosofía milenarias, pero no es así.

¿Cómo es trabajar en China, un país tan hermético, tan diferente en todos los aspectos, como corresponsal extranjera?

En aquella época era mucho más difícil que ahora, lo único en común es la ausencia de libertad de prensa. Entonces los chinos eran auténticamente herméticos. Acababan de salir de la Gran Revolución Cultural y no querían meterse en más problemas. Hoy, hablan con la misma libertad que un español, aunque se cuidan de publicar muchas de las críticas que realizan de forma verbal, pero es más fácil tomarle el pulso al país. Hoy los corresponsales extranjeros tienen más acceso a temas sociales o económicos, aunque todo lo que rodea al Partido Comunista, el partido-Estado, sigue rodeado de una muralla impenetrable. La transparencia sigue siendo la asignatura pendiente.

¿En qué momento cambia el rumbo de China, que opta por romper el cascarón y ser un actor principal del panorama internacional, y por qué?

Muchos expertos consideran que el hundimiento de Lehman Brothers fue uno de los detonantes de que China diera un paso al frente. Hasta entonces, su empeño era desarrollarse y avanzar económicamente, pero a partir de esa quiebra en el mundo occidental, sintió que se aproximaba su momento, que ya tenía un volumen suficiente -era la tercera potencia económica mundial-como para jugar un papel en la esfera internacional y mostrar cuales eran sus intereses.

La Ruta de la Seda es la gran apuesta comercial de China. ¿Es el mayor pulso al dominio de Estados Unidos tras la caída del Telón de Acero?

La nueva Ruta de la Seda es casi la carta de presentación diplomática de la China del siglo XXI. Es un proceso superambicioso por el que China pretende consolidarse como híperpotencia y asentar sus principios de que debe ser la economía y la diplomacia -y no la guerra- lo que movilice las relaciones entre las naciones.

Un personaje sacude la región asiática en los últimos meses, Kim Jong-Un. ¿En qué clave hay que leer los pulsos que lanza a países como Corea del Sur, Japón o EE UU? ¿Son bravatas de consumo interno, para mantener la figura del enemigo exterior en su propia nación, o hay que tomarse en serio esa amenaza?

Principalmente son bravatas de consumo interno, pero son muy peligrosas. Kim Jong-un es un dictador imprevisible. No le tiembla el pulso por fusilar a quien hace el más mínimo gesto en su contra, incluso a su propia familia. Las purgas que está llevando a cabo en todos los sectores del país revelan descontento y hay que estar muy alertas porque, tal vez, si siente que está perdido puede hacer una locura para no ser él el único que se hunde.

Si tuviera la posibilidad de entrar en Corea del Norte, ¿qué historia buscaría para contar?

Estuve en Corea del Norte en 2005. Fui la primera periodista española que entró como tal y me dediqué a contar la vida de las gentes y su evidente lavado de cerebro.

Tras China fue a Moscú. ¿Se veía venir, entonces, el destino del país, que pasó del régimen comunista al control oligarca?

En realidad, después de China la Agencia EFE me mandó a Washington. A Moscú fui muchos años después, en 1997 cuando Borís Yeltsin era presidente de Rusia y el país ya se lo había quedado un puñado de oligarcas que hacían y deshacían a su antojo.

¿Cómo fue el paso del comunismo al capitalismo?

Fue un paso desordenado y caótico. Rusia se quedó en la ruina, millones de personas perdieron sus ahorros, los sueldos se convirtieron en salarios de miseria y muchos pasaban meses sin cobrar. Miles de profesores, ingenieros y profesionales hacían de taxistas para sobrevivir o trapicheaban como podían.

Vladimir Putin ha tratado de recuperar para Rusia un aire de imperio y tiene el control total del país ¿Cree que alguién podrá desbancar del poder a Putin en breve periodo de tiempo?

Los rusos se han agarrado a Putin como a un clavo ardiendo después de sentirse vapuleados y menospreciados por Occidente. Rusia ha vuelto a convertirse en una autocracia y es difícil aventurar un cambio de Gobierno. Europa no debería de ser hostil a su gran vecino del norte y, pese a la oposición de EEUU, mantener un diálogo que permita la convivencia.

En el escenario político actual se juntan un buen número de personajes y circunstancias que inspiran cierto temor. Putin, Erdogan, Donald Trump, Marine Le Pen, la debilidad de la Unión Europea, el Brexit, la guerra de Siria, la amenaza el Estado Islámico, la debilidad económica de occidente... ¿Considera que vivimos un momento crítico, de los que pueden marcar la historia de la humanidad?

Uno de los muchos momentos críticos de la historia. Creo que el populismo tiene su origen en el castigo económico que está sufriendo la clase media desde hace más de 30 años. Las diferencias entre ricos y pobres son cada día mayores y ese enorme colchón de clase media que existía en Europa y Estados Unidos es cada día más delgado. El temor de la clase media a seguir perdiendo lo poco que le queda es lo que trae populismo, racismo y xenofobia.

¿Cuál cree que es el estado de salud del periodismo en España? La crisis económica ha dejado un rastro brutal, pero, ¿la mayor amenaza es la utilización de trincheras de color político? ¿Los medios se entregan a tendencias políticas en busca de nichos de mercado al mismo tiempo que desprecian la neutralidad y el rigor informativo?

Desgraciadamente en España el periodismo se encuentra en estado comatoso. Los grandes medios nacionales están cargados de deudas, sirven a sus prestamistas y se arriman al mejor postor. Además, la gente no quiere pagar por la buena información, lo que tampoco facilita las cosas. Hay muchos y buenos diarios por Internet pero sin suscriptores tienen pocas posibilidades de sobrevivir. En este mismo mes ha cerrado el semanario Ahora, después de un año de lucha por la independencia y el buen periodismo. Es una pena.

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