Es un golpe muy duro perder a una amiga, cuando las raíces de la amistad tienen su base en la más tierna infancia y su cultivo a lo largo de toda una vida. Me ocurre con el reciente fallecimiento de Marisol de Sancho Santana, amiga y vecina de infancia y juventud, colaboradora en acciones de Iglesia, principalmente en la parroquia de San Bernardo en tiempos de don Olegario, José Cástor, Agustín Chil, José Domínguez, José Déniz, Enrique Dorta y Ricardo González como rectores de la misma, en labores de Acción Católica, Cáritas, promoción y desarrollo social de gestión apostólica. Munificente en caridad mientras estuvo plena de facultades -incluso en tiempos en que la salud se debilitaba- el ánimo y actividad de Marisol jamás decayeron, siempre fue un ángel que se esmeró en proporcionar felicidad y bienestar a quienes la necesitaban. Los barrios de San Antonio, El Polvorín, San Lázaro, Hoya de La Plata... han quedado huérfanos del trabajo y ayuda que Marisol proporcionaba a sus gentes y ahora el dolor de su partida es inmenso, aunque consuela la confianza en saber que Dios la ha compensado con mantenerla junto a Él.

El próximo miércoles, día 16, a las siete de la tarde en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en Vegueta, se oficiará una misa funeral que cantará el Coro Nuestra Señora del Rosario, dirigido por Pepita Verona, al que Marisol perteneció durante décadas como mezzosoprano. Allí compartiremos afecto y oración con sus hermanos Maripili, José Marcelo y Esther; sobrinos Pilina, Malene, Ismael y Saray; sobrinos nietos Héctor y Guille y demás estimada familia. Descansa en paz, Marisol.