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El cirujano Manuel Rodríguez de la Fe.lp/dlp

Entrevista | Manuel Rodríguez de la Fe

"Hay toros y toreros, pero faltan las plazas en la sanidad pública, apenan las esperas"

"La sanidad canaria tiene mucha salud, muy buenos profesionales y medios en hospitales como Insular o Negrín", afirma el cirujano plástico

Ya jubilado pero no retirado, ¿hasta cuándo?

Hasta que note que empiezo a perder facultades, por responsabilidad. Me jubilé del Virgen del Rocío hace dos años, pero me mantengo en forma porque me cuido mucho. No noto la edad, aunque trabajo al mismo ritmo que antes, con tandas de cirugía de ocho o diez horas. El cansancio es mental, solo llego a casa con los pies doloridos, como cuando tenía 40 años.

¿Qué cambia entre el servicio público y la sanidad privada?

Tengo mi consulta privada y he trabajado en el Fátima desde 1984. Como la plástica es muy buena en la medicina pública, la gente no se gasta el dinero en operarse en una clínica privada, aunque he constatado durante los últimos años con el aumento de las listas de espera, que me da mucha pena, que bastante gente que podría operarse gratuitamente tiene que hacer un esfuerzo económico para una intervención privada porque la Seguridad Social no le da el hueco. Digo a los pacientes que hay toros y toreros, pero falta la plaza, es decir, el quirófano. En la privada hago el 80% de cirugía estética. Lo único que ha cambiado es que ya no veo quemaduras, salvo alguna pequeña, aunque también llevo pacientes de cirugía reparadora del Virgen del Rocío que me vienen a buscar al Fátima para que opere sus secuelas porque soy su médico de toda la vida.

La unidad de quemados figura como referente estatal, ¿por qué?

La medicina pública es muy buena en España, simplemente, además de sectorizarse muy bien. Aunque existen unidades de quemados en el País Vasco, Barcelona, Valencia o Madrid, el Virgen del Rocío abarca toda Andalucía, Canarias, Ceuta y Melilla, así que tiene mayor volumen porque cubre más población. La unidad atiende a unos 2.000 pacientes al año, un volumen brutal, de los que el 5% son grandes quemados. Afortunadamente, la mayoría de quemaduras son pequeñas, pero cuando afectan a una gran extensión o zonas peligrosas del cuerpo ponen en peligro la vida. El infierno no está en las obras de Dante, sino en la unidad de quemados.

Pero con profesionales sanitarios, al menos.

Los pacientes sufren una barbaridad durante meses y meses hasta que reciben el alta hospitalaria, se van vivos pero con secuelas, a veces horrorosas, por lo que luego no son admitidos en la sociedad, padecen un rechazo enorme. En mis primeros años, tuve un paciente, Manolo, se llamaba como yo, que tenía quemaduras en el 90% de su cuerpo, pero pude salvarlo. Estuvo seis meses ingresado y cuando volvió a su casa en el pueblo cordobés de Pozoblanco, sus niños se echaron a correr porque veían un monstruo que se acercaba, así que regresó en autobús a Sevilla para reprocharme: "¿Por qué me ha dejado vivir?" Y ocurre en muchísimos quemados. La gente piensa que existe una goma para borrar las cicatrices, pero no es verdad. Aunque podemos hacer arreglitos, siempre van a quedar marcados, eso sí, no se puede decir nunca a un quemado que ya no le puedes ayudar más nada, siempre hay que mantener su esperanza o, de lo contrario, se suicidaba.Tenemos psiquiatras en la unidad de quemados, la especialidad se ha tornado fundamental porque quedan secuelas espantosas. Por ejemplo, un niño de ocho a diez años con la cara deformada, con lo crueles que son los críos, ¿a qué colegio va?

Tras cuatro decenios en la unidad de quemados, tesis doctoral incluida, ¿cómo evolucionó la especialidad?

El número de pacientes es el mismo, prácticamente, pero el mecanismo de las quemaduras es diferente. Antes, por ejemplo, se usaba mucho en las casas sevillanas con menos recursos durante el invierno la típica mesa camilla con brasero y se incendiaba el mantel con la cunita del niño al lado para que estuviera calentito. Tampoco ha variado la madre que cocina con el caldero cerca del abdomen para ver mejor, en vez de utilizar la placa de adentro, y llega el niño que se agarra a la mujer, que vuelca el potaje y se quema la barriga y al nene entero; ni la gente que abre el agua caliente y no pone la fría hasta que tiene tres dedos en la bañera, justo cuando se resbala el pequeño, en lugar de equilibrar la temperatura al revés, esa tontería son miles de quemaduras al año. Ahora, sin embargo, las quemaduras son industriales o de accidentes de tráfico.

¿Y en los tratamientos?

Gracias al avance de la anestesia y los cuidados intensivos conseguimos operar antes a los pacientes, retirar la piel muerta e inyectarlos antes, por lo que los tejidos no se retraen tanto quedan menos secuelas. Antes, quitábamos la quemadura y poníamos injertos de cadáver contra la pérdida de líquidos corporales; desde hace ocho o nueve años, aunque se mantiene la técnica, tenemos la ventaja de poder sacar un poco de piel sana y mandar a cultivar metros cuadrados de tu propio tejido, como un geranio en una maceta. Es un procedimiento carísimo, que primero se hacían en Boston, luego en Asturias y ahora en Granada. La medicina, no para, cada tres meses hay novedades. Es la razón de que viva casi dos meses al año en Estados Unidos, vuelvo con un bagaje enorme. No es cuestión de instrumental sino de las técnicas, regreso pletórico de EEUU, como si hubiera estudiado doce horas diarias o actualizado por ósmosis. Y el intercambio resulta muy beneficioso para todos los hospitales, por ejemplo, en Guadalajara (México) impartí un curso mensual de quemaduras y ellos me ensañaban de malformaciones congénitas, labio leporino o físura de paladar. La especialidad es cirugía plástica, reparadora y estética porque incluye todas las malformaciones, tanto heredadas como sufridas en accidentes, diversos tumores que afecten, sobre todo a la cara, partes blandas de la mano, quemados... La estética solo es el 25%.

¿Y cómo observa desde la Península la sanidad en las Islas?

La sanidad canaria tiene mucha salud, muy buenos profesionales y muy buenos medios también en hospitales como el Negrín o el Insular. Cuando me vine a la Península, porque no tenía la posibilidad de una especialidad ahí entonces, Las Palmas de Gran Canaria era un pueblito, pero ahora es una ciudad. En medicina es totalmente equiparable a cualquier otra española. Quizá falle la gestión, pero no los profesionales, lo puedo asegurar. Canarias puede estar orgullosa de sus médicos.

¿Y volver?

Laboralmente, no. Ya hace dos años que no voy, pero igual que me veo con dos de mis hijos, una en Australia y otro en Singapur, tengo amigos por Skype, bueno, y colegas, claro, cirujanos plásticos sobre todo. Sevilla es una ciudad maravillosa, con calidad de vida, he tenido tres hijos y he sido feliz durante muchísimos años.

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