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Adaptación en inmunidad

Los organismos pluricelulares desarrollaron a lo largo de la evolución sistemas de defensas contra los agentes que pueden destruir sus células, tejidos u órganos. El más importante es el sistema inmunológico. Ya los organismos invertebrados tienen un sistema simple y adecuado a sus necesidades. Es el antecesor al que denominamos innato, basado en anticuerpos. El adaptado, basado en linfocitos T, adquiere su total desarrollo, más bien, su complejidad, en los mamíferos y especialmente en el ser humano. En una escala temporal más corta, de adaptación de grupo, los huéspedes desarrollan capacidades específicas para responder a los agentes más frecuentes. Si lo hacen bien, no habrá infección, si la respuesta es insuficiente, enfermarán y si es excesiva se produce un estado patológico. Por ejemplo, los seres humanos hemos desarrollado la forma de responder a la invasión de organismos específicos pluricelulares, como algunos tipos de gusanos. Quizás el 30% de la población mundial sufra esa infestación, la mayoría sin apenas problemas. Es porque los linfocitos T, alertados, se ocupan de resolverla. Pero ese sistema que la selección ha hecho muy tenso, si no actúa, encuentra otros enemigos en alérgenos que no hubieran provocado problemas. Es una de las teorías que tratan de explicar el incremento de las alergias y enfermedades autoinmunes asociado a la higiene.

El sistema inmunológico no solo se ocupa de defendernos contra sustancias que podrían alterar nuestro precario equilibrio. También se ocupa de limpiar los residuos de las muertes celulares y aquellas proteínas que adquieren formas inadecuadas. Vigila, como una policía política, las desviaciones. Errores que ocurren más y más cuantos más años se cumplen. Eso obliga al sistema inmunológico a estar más activo de manera que el balance entre los beneficios y riesgos es cada vez menos favorable. Porque ese trabajo de limpieza produce una inflamación permanente que es la antesala de muchas enfermedades.

Además, el marasmo inmunológico e inflamatorio le impide responder adecuadamente a la invasión de gérmenes. En primer lugar, no es capaz de frenarlo con la inmunidad humoral. Y cuando la célula actúa, no es raro que lo haga de forma excesiva lo que provoca una enfermedad. Así se explica por qué Sars-CoV-2 es más virulento en ancianos. No es el virus, es la respuesta inadecuada del organismo. Lo mismo se cree que ocurre en los jóvenes que enferman gravemente: se ha visto que algunos de ellos tienen errores en los receptores que organizan la actuación inmunológica. Y por eso se cree que los corticosteroides tienen ese efecto protector en los casos muy graves, cuando todo indica que hay una inmunidad desbocada. Esos fármacos modulan y moderan el sistema inmunológico, de ahí que se utilicen en las enfermedades autoinmunes y en los trasplantados. Sin embargo, otros medicamentos que tienen ese objetivo no son útiles, el más conocido, la hidroxicloroquina.

Se podría decir que el ser humano no está bien adaptado para vivir tantos años. Que el sistema inmunológico no ha tenido tiempo de evolucionar para saber cómo resolver el problema de un organismo que ya no se repara bien, que produce muchos detritos y que tiene un estado inflamatorio basal alto que le ciega y confunde. Por eso en los ensayos clínicos que examinan la capacidad protectora de las vacunas es obligado incluir ancianos.

Hay cosas que podemos hacer para disminuir ese estado inflamatorio de base. El más importante, y teóricamente eficaz, es mantener el peso. La grasa, principalmente la que envuelve a los órganos abdominales, produce unas sustancias, denominadas citokinas, que son inflamatorias además de tener otros efectos patológicos. Podemos predecir cuánta grasa se acumula en las envolturas de los órganos mirando el perímetro del abdomen. Hay personas que por genética acumulan allí el sobrante de la energía ingerida. Están más obligados a mantener un peso bajo. Pero también colabora a esa preferencia en el depósito el tipo de dieta. Todo indica que el consumo de hidratos de carbono de absorción rápida, el azúcar es el más veloz, es rápida también la patata y los productos de harinas refinadas, como el pan, la pasta, etcétera, provocan reacciones biológicas que finalizan en depositar grasa en el abdomen. El alcohol es otro facilitador, especialmente la cerveza. Si mantener el peso es una buena estrategia, ayudar a que esto ocurra mediante ejercicio es una excelente estrategia. Hay pruebas que soportan la teoría de que el ejercicio físico regula el funcionamiento del sistema inmunológico. Incluso se ha visto que las personas que hacen ejercicio tienen una mejor respuesta a las vacunas.

Hay una adaptación de especie: esa está fuera de nuestro alcance. Otra que podemos denominar de grupo. Esa tiene que ver con la eugenesia: la selección de individuos reproductores con unas características o sin ellas. Y hay una adaptación de individuo: esa depende de nosotros.

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