La Provincia - Diario de Las Palmas

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Opinión

Carta a los jóvenes

Te escribo a ti amado joven. A ti que estás viviendo una etapa difícil, diferente, agravada por esta crisis mundial que te ha pillado en ese momento inicial de tu vida en la que deberías disfrutar de la ilusión y energía de la vida de forma intensa. Sé que estás en formación; en una etapa en la que todavía no sabes exactamente lo que quieres. Una etapa en la que pasas muchas frustraciones y a veces no sabes qué camino tomar.

No te sumerjas en la desesperación y no ahogues tu frustración alcoholizándote hasta quedar hecho un guiñapo. Las drogas no son una solución a tus problemas. La vida está en otra parte. Tu vida está en buscar nuevos motivos para ser feliz. Tu vida está en buscar un camino hacia la espiritualidad. La que sea. El camino que tú desees. Ejercítate siempre y ahí encontrarás amigos sanos.

Crea, inventa, trabaja y ahorra. Aprende el maravilloso arte de ir construyendo un patrimonio personal de riqueza en valores para ti y quienes te rodeen. Vive en tiempo presente, pero mantén la mirada puesta en el futuro.

Quiero que sepas que tú eres es el forjador de tu destino.

Necesito decirte cuánto te admiro, compadezco y me avergüenzo, por el mundo que te hemos dejado. ¿Cómo no tropezar, caer o romperse la crisma? No supimos transmitirte lo que nos enseñaron nuestros padres, vuestros abuelos. Valores como el respeto, la solidaridad, la resiliencia, el esfuerzo o el amor. Ellos son hoy esos que sufren solos y se van, tras una larga agonía en las UCIS de los hospitales del mundo, con la tristeza de no poder volver a abrazarles ni besarles.

Discúlpanos por tanta ceguera colectiva. Por tanto aplaudir las ansiadas libertades, sin ver que nos iban atando a vicios esclavi­zantes. Por dejarnos envilecer, masivamente desde todos los ángulos. Por no discernir que el consumo os consume y que mejor que tener es ser.

Por dejar que os compliquen la vida con el sexo, robándoos años de irrepetible niñez, sin haceros comprender que mayores lo seréis ya siempre. Por no enseñaros que no es más limpio el que más lava, sino el que menos ensucia.

Por consentir que en el idioma se empleen, más que las comas, los tacos, las obscenidades y hasta las blasfemias. Por tolerar que el Derecho se tuerza con leyes que amparan vuestra irresponsabilidad, haciéndoos evasión, en lugar de proyecto.

Por ser más exigentes con nuestros honorarios, que cumplidores con nuestros horarios y rendimiento. Por no exigir un mínimo de buena intención y dignidad en todo lo que a vosotros va dirigido por todos los medios de comunicación, sin omitir las canciones, a veces tan degra­dantes.

Por creer con la mejor intención, sin duda, que dándoos el confort que nosotros no tuvimos éramos mejores padres, olvidando que nuestras atenciones anímicas y afectivas, nuestra presencia y amor, no se suplen con todo el oro del mundo. Darse, no dar.

Sobre todo, perdón y más perdón por dejaros creer que el amor se puede hacer, como los churros… Eso merece otra carta.

No obstante, aún estás a tiempo de corregir los errores de quienes te hemos llevado por el camino equivocado, porque tú tienes la fuerza... y aún puedes albergar en el corazón el inmenso poder de la esperanza. Cambia de chip y enmienda lo que nuestra generación ha hecho tan mal.

Quiero terminar esta carta con una petición de parte de los abuelos: cumplid las normas, por favor. Usad la mascarilla, mantened la separación social establecida, lavaos las manos.

Sabéis perfectamente, porque sois una generación inteligente, lo que debéis y no debéis hacer. Si todos lo hacemos durante el tiempo necesario el virus desaparecerá, será controlado y seréis en la historia la principal arma gracias a la cual logremos dominarlo.

Os pido que lo hagáis porque en ello nos va la vida, por cariño a vuestros abuelos y también porque el futuro del mundo está en vuestras manos. Y dispensadnos tantos errores. No sois culpables de nada, en todo caso, víctimas de todo.

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